Redipuglia (Italia) (AICA): ¨Después de contemplar la belleza del paisaje de toda esta región, donde trabajan hombres y mujeres, juegan los niños y sueñan los ancianos, sólo se me ocurre una cosa: la guerra es una locura¨, afirmó el papa Francisco en el cementerio militar de Redipuglia, adonde acudió este sábado para una ceremonia con motivo del centenario del inicio de la Primera Guerra Mundial. El pontífice advirtió que ¨todavía hoy, tras el segundo fracaso de otra guerra mundial, podemos tal vez hablar de una tercera guerra librada por partes, con crímenes, masacres, destrucciones¨.
"La guerra destruye. La guerra lo desfigura todo, incluso el vínculo entre hermanos. La guerra es loca, su plan de desarrollo es la destrucción", añadió y consideró que los conflictos armados nacen de los intereses económicos de la industria armamentística y de la indiferencia de la gente.
El Papa sostuvo que "la avaricia, la intolerancia, la ambición de poder son motivos que empujan a decidir hacer la guerra, y esos motivos a menudo están justificados por una ideología".
"Todavía hoy, tras el segundo fracaso de otra guerra mundial, podemos tal vez hablar de una tercera guerra librada por partes, con crímenes, masacres, destrucciones", agregó.
Francisco afirmó que "aquí hay muchas víctimas. Y desde aquí nos acordamos de todas las víctimas de todas las guerras. Todavía hoy sigue habiendo muchas víctimas. ¿Cómo es posible? Es posible porque entre bastidores hay intereses, planes geopolíticos, avidez de dinero y de poder, y está la industria de las armas, que parece ser importantísima".
"Y esos planificadores del terror, esos organizadores del enfrentamiento, como también los comerciantes de armas, han escrito en sus corazones: '¿a mí qué me importa'?", interpeló e insistió: "Con ese 'a mí qué me importa' que tienen en su corazón los mercaderes de la guerra, tal vez ganen mucho, pero su corazón corrupto ha perdido la capacidad de llorar".
"Lo vemos en la historia que va de 1914 hasta nuestros días. Y también lo vemos en nuestros días. Con un corazón de hijo, de hermano, de padre, os pido a todos, y para todos nosotros, la conversión del corazón: pasad de ese 'a mí qué me importa' a las lágrimas", concluyó el papa Francisco.+
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