“La violencia que padecemos tiene varias causas, señalaron. Muchas veces tiene su origen profundo en una cultura donde cuesta encontrar sentido a la vida, descubrir su belleza y la plenitud para la que hemos sido creados”.
“Como Conferencia Episcopal, añaden, reconocemos que vivimos en una sociedad fragmentada. Es necesario que todos los uruguayos construyamos una sociedad más fraterna, donde, más allá de las naturales diferencias de perspectivas económicas, sociales, y políticas, reafirmemos la centralidad de la persona humana, su dimensión relacional, el respeto por su dignidad, sus derechos y deberes”.
En Jesucristo, resaltaron, “se nos da la esperanza de que hay oportunidad para todo ser humano, que en toda circunstancia vale la pena trabajar por una sociedad más integrada y más pacífica”.
“Es necesario que todos los uruguayos construyamos una sociedad más fraterna. Exhortamos a renovar la vida social, comenzando desde el amor al prójimo, el más cercano, en la familia, en los lugares de estudio y de trabajo, y en las diversas relaciones”, dijeron los obispos en un comunicado.
El episcopado señaló además que el Estado es el principal responsable del cuidado de la seguridad social, y “le corresponde una gran parte de los esfuerzos para el desarrollo social y la superación de las desigualdades”.
En ese sentido “la propuesta de un sistema educativo ha de incluir los diversos esfuerzos, que ayuden a la formación de una verdadera convivencia pacífica”, mientras que las normas deben basarse “en la ley natural, que tiene su centro en el respeto de la persona y la vida humana, así como la integración en la comunidad”.
Sobre el aumento de la violencia los obispos sostuvieron que el primer paso para superar esta crisis “es la conversión de la mente y el corazón, por el esfuerzo moral, la educación y el ejercicio de las virtudes”.
Para ello, “invitamos a la escucha de los mandamientos de la ley de Dios, que son el fundamento de toda la conducta humana”.
Aseguraron que en el evangelio de Jesucristo “se nos ofrece la salvación del hombre y de la humanidad. Él nos regala el perdón, que es la única renovación total”.
“A Él le pedimos, porque la oración y la Gracia de Dios son el cimiento de la recta vida de los hombres y los pueblos”, concluyeron.+
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