La parroquia de Qianyang –explica Cervellera- surge en una zona muy pobre de Shaanxi y cuenta con 2.000 católicos, todos campesinos. Había sido construida con las ofrendas provenientes de otras comunidades de la diócesis. El edificio alojaba, en el piso superior, la sala destinada a la liturgia; en la planta baja estaban las oficinas y la residencia de las religiosas, que ofrecían a la población indigente ayudas sanitarias, consultas médicas y remedios.
La diócesis de Fengxiang, guiada hasta 2017 por monseñor Lucas Li Jingfeng, tiene un carácter especial en el panorama eclesial: es la única diócesis donde ni los fieles, ni el obispo están inscriptos en la Asociación Patriótica, si bien hay una oficina de Asuntos religiosos. Desde 2017, el obispo es monseñor Pedro Li Huiyuan, de 54 años.
Algunos observadores piensan que la violencia contra la parroquia es un modo de obligar a la diócesis a plegarse a los Nuevos reglamentos religiosos y de forzar al obispo y a los sacerdotes a inscribirse en la Asociación patriótica.
Otros recalcan que la célula comunista que preside el gobierno de Qianyang está constituida por maoístas radicales, para los cuales “la religión es una fantasía que debe ser erradicada”.
La iglesia de Qianyang es famosa en el área: en el pasado, según los fieles, en la parroquia sucedieron algunos milagros con el agua bendita. Desde entonces, muchos acuden al lugar para recibir el agua bendita, que es utilizada como remedio físico y espiritual para seres humanos y animales.
Para algunos fieles, la destrucción se debe al “miedo al agua bendita” por parte de los maoístas. +
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