El cierre del ENEC invitó a mirar las heridas del hermano para imitar la actitud del Buen Samaritano
Como conclusión del encuentro, se planteó el desafío de abrir las puertas de casas de familia para alojar a los catequistas, en cada encuentro que se realice en Buenos Aires, propio de los años impares. Los años pares, el encuentro se realiza en una provincia del interior. Para 2020 será la ciudad de Córdoba.
Durante la misa de cierre, presidida por monseñor Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata y asesor del Departamento Nacional de Animación y Pastoral Bíblica, y concelebrada por monseñor Ramón Dus, arzobispo de Resistencia y presidente de la Comisión Episcopal de Catequesis, Animación y Pastoral Biblica, y monseñor Héctor Zordán, obispo de Gualeguaychú u asesor del Instituto Superior de Catequesis Argentino, y sacerdotes presentes.
En la homilía, se hizo referencia a la importancia de la cita “lo vio y se conmovió”, para ilustrar el relato evangélico del Buen Samaritano, que aparece también en la viuda de Naim, y en el padre misericordioso. La clave es “tener realmente entrañas de misericordia”, aseguró monseñor Mestre. Haciendo referencia a tres palabras, “conectar”, “herida” y “botiquín”, describió la actitud de estos tres personajes: “son movidos a compasión, por la situación del hermano”. “Por eso, no olvidemos la conexión que Lucas nos recuerda entre el padre de la misericordia, Jesucristo y el Buen Samaritano”.
Luego el obispo marplatense invitó a los catequistas a “mirar las heridas de los hermanos que comparten la vida con nosotros”. La palabra herida proviene del griego “traumata”, lo cual habla de un sentido físico, pero también humano y espiritual. “¿Cuáles son las heridas puntuales y concretas que están supurando en la vida de tal o cual hermano?”, se preguntó el prelado.
Enseguida, se refirió a las veces que “nos cuesta visualizar la herida del hermano que tenemos cerca, un catequista, un cura, una monja o un obispo”, sin darnos cuenta de que al verla integralmente, “cambia la perspectiva con respecto al hermano”. Porque “si aprendemos a mirar con claridad su herida, va a brotar más fácilmente la actitud del Buen Samaritano”.
“Debemos animarnos a hacer comunidad fraterna, comunidad evangelizadores y catequistas, que entre nosotros también aprendamos a visualizar nuestras heridas, no para meter el dedo, no para hacerla sangrar, sino para vendarla como hace el buen samaritano”.
Respecto a la tercera palabra, “el aceite y el vino con el que curó al hombre, son nuestro botiquín actual: el dermaglós y el alcohol”, explicó monseñor Mestre. “En el botiquín están las dos realidades: aquello que viene a cauterizar, a purificar y que incluso hace doler un poco, el alcohol; y a la vez la presencia del aceite, que actúa como bálsamo, cómo tranquilizador, como suavizador de la realidad de la herida”.
Finalmente, el prelado llamó a cada catequista a preguntarse: “¿Qué me llevo de este ENEC en mi botiquín de catequista? ¿Qué aprendí? ¿Qué escuché? ¿Qué conecté? ¿Qué me estimuló? ¿Qué pude aportar?”. Y afirmó: “¡Qué bien que nos hace poder abrir el botiquín que como catequistas tenemos que llevar siempre para los heridos al costado del camino!”.
“Pidámosle al Señor renovar hoy esto de ser sus testigos. Testigos del amor, testigos de la Misericordia, testigos de la proximidad, siendo imagen de Jesús, el Buen samaritano, siendo imagen del Padre de la Misericordia sanando con nuestro pequeño o gran botiquín las heridas de los hermanos en el camino de nuestra vida”, concluyó.
Para más información y fotos del encuentro, visite su página web www.enec2019argentina.wordpress.com y sus redes sociales.+
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