Precedentemente, comentando el Evangelio del día, Francisco hizo notar que los discípulos “sabían ya rezar, recitando las fórmulas de la tradición hebrea, pero deseaban poder vivir también ellos la misma ‘calidad’ de la oración de Jesús, que consiste en “hacer experiencia de oración, poniéndose directamente en comunicación con el Padre, suscitando en ellos una nostalgia para una relación personal con Él”.
“Lo que pedimos en el Padrenuestro -agregó- está ya todo realizado y donado a nosotros en el Hijo Unigénito: la santificación del Nombre, el acontecimiento del Reino, el don del pan, del perdón y de la liberación del mal. Mientras pedimos, nosotros abrimos la mano para recibir. La oración que nos ha enseñado el Señor es la síntesis de cada oración y nosotros la dirigimos al Padre siempre en comunión con los hermanos”.
Separándose del texto escrito, Francisco subrayó “la insistencia” necesaria en la oración, narrando como ejemplo lo que sucede “en mi tierra” con los niños que al papá le preguntan continuamente: “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”, sin esperar las respuestas.
La serie de preguntas -explicó el Papa- expresa “inseguridad”, que los niños logran vencer sólo atrayendo la atención de sus papás. Nosotros cristianos atraemos la atención de Dios preguntándole siempre: “Padre, Padre, Padre”.
Luego el Papa concluyó, pidiendo “a María, mujer orante, que nos ayude a rezar al Padre unidos a Jesús para vivir el Evangelio, guiados por el Espíritu Santo”. +
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