Mons. Mestre: Estremecerse de ternura y misericordia
El amor es el mandamiento principal para heredar la vida eterna
Monseñor Mestre comenzó recordando los numerosos preceptos que había en la época de Jesús: “Pensemos la dificultad que esto suscitaba para poder cumplirlos todos y así heredar la vida eterna”, pensó el obispo. “Por eso era lógico que los maestros judíos discutieran con respecto a cuál era el mandamiento principal”. Pero Jesús, dejó en claro que la clave es el amor a Dios y al prójimo.
La misericordia que se hace cargo expresión concreta del amor
En el segundo punto, el obispo marplatense ilustró al samaritano quien, al ver al hombre tirado al costado del camino, “se le revuelven las entrañas, se estremece de ternura y misericordia”. “Ver y conmoverse es la misma dupla de verbos que se dan en Jesús ante la viuda de Naím en Lc 7,13; también es la dupla que se da en el padre misericordioso en Lc 15,20”, recordó monseñor Mestre. En este sentido, estos verbos implican “hacerse cargo del hermano en situación de necesidad”: “eso es lo que debemos imitar de esta parábola ejemplar”.
Jesucristo: el Buen Samaritano
En última instancia, el ejemplo del samaritano se refleja en el mismo Jesús “que por amor y misericordia viene a rescatar a la humanidad de la miseria del pecado y todas sus consecuencias”. Aquí monseñor Mestre decidió acudir al “Prefacio común VII”, un himno oración de la Liturgia de la Misa antes del canto del Santo, donde se contempla a Jesús como el Buen Samaritano:
“En verdad es justo darte gracias, y deber nuestro alabarte, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, en todos los momentos y circunstancias de la vida, en la salud y en la enfermedad, en el sufrimiento y en el gozo, por tu siervo, Jesús, nuestro Redentor. Porque él, en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre
que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado. Por eso, unidos a los ángeles y a los santos, cantamos a una voz el himno de tu gloria…”+
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