El arzobispo de La Plata destacó la importancia del canto y la música para alabar a Dios
La actividad formativa se llevó a cabo el sábado 26 de octubre y estuvo a cargo del presbítero Hernán Remundini.
Monseñor Fernández ofreció una meditación a partir de textos de la Biblia y de algunos santos, en la que también dio orientaciones para la preparación, selección y ejecución de los cantos en la Liturgia.
El prelado citó un texto de Santa Hildegarda, una abadesa de la Edad Media, que componía canciones y que resumía la obra de Dios en la música y el canto, e invitó a leerlo:
“En el primer hombre, salido de la mano de Dios, estaba el sonido de toda armonía y la dulzura de todo el arte musical. Después del pecado el ser humano trató de cultivar la música para recordar de dónde había salido. Por eso los santos profetas, enseñados por el Espíritu Santo, compusieron salmos y cánticos y crearon diversos instrumentos musicales. Pero el diablo se dedica a perturbarnos para que no cantemos. El que perdió el amor ya no canta. El que perdió la alegría ya no canta. No dejemos que el Maligno nos arranque la armonía celestial y las delicias del paraíso, donde todo es un canto de gozo”.
El arzobispo platense subrayó que “el canto, entonces, más que una fabricación humana, es dejarse llevar por el canto del Espíritu que ora en nosotros”.
“No hay que fabricar nada, hay que dejarse llevar por el canto porque el Señor usa la música y el canto para darme una experiencia de él, para hacerme bien, para sanarme y liberarme”, sostuvo.
Tras recordar que el canto “no siempre es fiesta o alegría”, indicó: “Hay cantos que me mueven a alabar con alegría, a disfrutar. Pero también hay cantos más serenos que pueden llegar al fondo del alma. A veces un canto despierta en mí todo tipo de cosas, hasta dolores interiores. Sin embargo, mientras canto me dejo tomar por el Espíritu Santo y él hace una obra sanadora en mi interior, me libera de muchos males”.
Asimismo, destacó que el canto tiene otro efecto: “Nos une, nos hace una sola cosa. Así como se unen nuestras voces se unen nuestros corazones en la asamblea. Por algo decía Jesús que donde dos o más se reúnen allí está él y él va a escuchar esa oración. Porque el Señor ama vernos juntos”.
“Si a Él le encanta que cantes, mucho más disfruta viendo esa unión de nuestras voces, ver a la comunidad que canta. Él percibe más que nadie la hermosura de esas voces que se unen armoniosamente en el canto, sobre todo si nuestros corazones también se unen por el amor fraterno”, aseguró, y agregó: “El cielo será una música infinita, pero nos preparamos ahora, cantando con amor y con profunda fe”.
Por último, monseñor Fernández animó a los ministerios de música que tengan en cuenta algunas recomendaciones que suelen darse para que estén realmente al servicio de la comunidad, y detalló los ocho puntos de las sugerencias.
“El canto no debe extenderse cuando ya acabó esa acción. Por ejemplo, cuando termina la presentación de ofrenda el canto debería terminar y no prolongarse, porque así el sacerdote tiene que estar estático esperando que termine el canto y la Misa pierde ritmo. También se altera este ritmo si el canto después de la comunión es muy largo. Conviene seleccionar dos o tres estrofas y dejar un momento de silencio”, concluyó.+
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