Cuatro argentinos en el diplomado “La prevención en la Iglesia Latinoamericana”
El curso se llevó a cabo del 20 de enero al 14 de febrero y acudieron más de 150 participantes provenientes de 19 países de América Latina y el Caribe.
La hermana Valeria González, de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, compartió su testimonio sobre el encuentro: “El abuso sexual es en esencia un abuso de poder y se encuentra en todas las sociedades, estratos sociales y grupos religiosos”, comenzó diciendo.
“La Iglesia, como institución inmersa en la sociedad no escapa a esta lamentable realidad. Es la nueva lacra a la que se refirieron con mucha dureza los dos últimos Papas”, indicó la religiosa, y asoció esta problemática con la corrupción económica y de poder, que “ha dañado profundamente a la Comunidad eclesial, al punto que Benedicto XVI compara esta tragedia con la devastación de las persecuciones de los primeros siglos”.
La hermana González describe a las víctimas de abuso sexual como aquellas que “han experimentado la muerte de Dios en sus vidas, de una imagen de Dios protector y bondadoso que fue rota por las acciones de los perpetradores”. Por este motivo, “es un tema que se nos impone para trabajar con formación en la prevención, en crear las instancias de recepción de denuncias y de elaborar los protocolos correspondientes en cada diócesis, Institutos, y bajarlas a las comunidades concretas”.
La religiosa propone “dejar atrás una etapa de nuestra historia en la que como Iglesia buscamos defender la institución con el consecuente encubrimiento y falta de colaboración, y hacer ahora la opción por las víctimas, niños, niñas, adolescentes o personas en situación de vulnerabilidad, esos «pequeños» por los que Jesús optó en primer lugar”.
Luego menciona que el encuentro con tantos hermanos obispos, sacerdotes, laicos y religiosos, “hizo visible la Iglesia de Cristo en América Latina, bajo el manto de María de Guadalupe; he palpado una Iglesia humana, discípula; que se reconoce limitada ante la verdad; pecadora y falible; compasiva para abrazar a las víctimas, hermanos en Cristo e hijos del mismo Padre; humilde para pedir perdón por los pecados de sus hijos consagrados; y efectiva y esperanzada para acompañar a ponerse de pie y devolver la dignidad a quienes les fue arrancada”.
“La prevención es tarea de todos y no podemos anunciar el Evangelio de Jesús si no somos coherentes en nuestras actitudes”, dijo antes de concluir. “Actualizamos la esperanza ya que Dios puede sacar salvación de la misma muerte y convertir nuestro luto en danza. Que Jesús nos enseñe a tener sus entrañas de misericordia y a vivir en serio la justicia”.
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