Mons. Stanovnik: "Con Él hay siempre un amanecer en la vida del creyente"
Haciendo referencia a las hermanas, dijo: “En esta casa vive un grupo de mujeres que se ‘aisló’ voluntariamente. Algunas llevan más de 40 años viviendo en esta ‘cuarentena’ permanente, y otras que apenas cumplieron 18 años y se están preparando para quedarse aquí definitivamente. ¿No les llama la atención que haya jóvenes que insistan en querer entrar a vivir la clausura en forma permanente?”.
En cambio, mencionó: “Nosotros no sabemos qué hacer para huir del aislamiento sanitario porque no sabemos qué más hacer entre las cuatro paredes de la casa”. Sin embargo, destacó la actitud de muchos que “viven el desafío de quedarse en casa como una oportunidad para dialogar más en familia, distribuirse más equitativamente las tareas del hogar, preguntarse cómo ayudar a otros sin transgredir la cuarentena, comunicarse por las redes con quienes hace mucho que no hablaban, rezar más y hacerlo en familia”, entre otras cosas.
Dirigiendo su mirada sobre el resucitado, monseñor Stanovnik indicó: “Con Él hay siempre un amanecer en la vida del creyente, a pesar de los nubarrones, tormentas y límites por las que inevitablemente todos tenemos que pasar (...) Con Él, la vida se convierte en un continuo amanecer, hasta que nos encontremos definitivamente con Dios, que tiene el poder de la vida que no conoce ocaso”.
“Estas hermanas descubrieron un tesoro que es más valioso que cualquier otra propuesta que puede ofrecer el mundo. Cierran la puerta que da a la calle no para esconderse y evadirse de los problemas cotidianos, sino para abrir esa otra puerta por la que dejan pasar a Jesús para dejarlo resucitar todas las mañanas en sus corazones, les dé fortaleza para los trabajos de subsistencia que realizan diariamente, las transforme interiormente para amarse como verdaderas hermanas, y las disponga dócilmente a estar al servicio de las más débiles”.
Luego el prelado hizo referencia a quienes se exponen a diario a los riesgos de la pandemia y dio gracias por todos ellos: “Desde los médicos y personal sanitario, los que cuidan de la población ejerciendo con responsabilidad su función pública, sacerdotes que continúan atendiendo a los enfermos en sus domicilios, consagradas que se las ingenian para estar cerca y consolar a los que están atribulados por esta situación, y los encargados de los servicios de provisión, limpieza, etc”.
Porque, “donde hay un gesto generoso de desprendimiento de sí mismo a favor de otro, se pone en movimiento una fuerza contra la que ningún mal tiene poder para detenerla. El amanecer de la resurrección de Jesucristo es la victoria definitiva del bien sobre el mal, del amor sobre el odio, de la vida sobre la muerte”, aseguró monseñor Stanovnik.
“En estos días escuchamos muchas voces que coinciden en que de esta crisis tenemos que salir mejores personas y pensar en estructurar la convivencia social con una escala de valores en los que efectivamente se priorice a los más vulnerables”, resaltó el arzobispo correntino, animando a la comunidad: “Abramos cada vez más la puerta de nuestro hogar a Jesucristo, para que su amor reine en nuestros corazones, y sea la fuente para el arduo ejercicio cotidiano de amar al prójimo que tengo al lado”.
Al concluir, invocó a Nuestra Señora de Guadalupe, respondiendo a la convocatoria de los obispos del Celam a consagrar el continente a su cuidado y protección, y recordó sus palabras a Juan Diego: “Escucha, ponlo en tu corazón, que no se perturbe tu rostro, no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante y aflictiva. ¿No estoy yo aquí, que tengo el honor y la dicha de ser tu madre?”. “Confiémonos a su Madre, Virgen gloriosa y bendita, y que ella nos libre pronto de esta amenaza”, finalizó.+
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