Ciudad del Vaticano (AICA): “Observando la realidad actual, me pregunto si entendimos la lección de la “Pacem in Terris. Me pregunto si las palabras justicia y solidaridad están solo en el diccionario o todos nos esforzamos para que sean una realidad”, dijo el Papa, esta mañana, al recibir en audiencia a los participantes en el encuentro promovido por el Pontificio Consejo Justicia y Paz para conmemorar el 50º aniversario de la publicación de la encíclica del futuro santo Juan XXIII.
La Pacem in Terris (Paz en la tierra), recordó Francisco, se escribió en el período más crítico de la guerra fría, cuando la humanidad temía encontrarse al borde de un conflicto atómico mundial por el enfrentamiento entre las dos grandes potencias, los Estados Unidos y la Unión Soviética. Con ella el papa Juan XXIII hacía un dramático llamamiento por la paz a los responsables del poder.
“Era un grito a los hombres, pero también una súplica al cielo. El diálogo que, entonces, se abrió con dificultad entre los grandes bloques contrapuestos llevó, durante el pontificado de otro beato, Juan Pablo II, a la superación de aquella fase y a la apertura de espacios de libertad y diálogo. Las semillas de paz sembradas por el beato Juan XXIII dieron fruto y, no obstante hayan caído muros y barreras, el mundo sigue necesitando paz y el llamado de la Pacem in Terris sigue siendo actual”.
La encíclica de Juan XXIII afirma que el fundamento de la construcción de la paz consiste “en el origen divino del ser humano, de la sociedad y de la autoridad, por lo cual las personas, las familias, los grupos sociales y los Estados deben establecer relaciones de justicia y solidaridad. La tarea de todos los seres humanos es, por tanto, construir la paz, con el ejemplo de Jesucristo, siguiendo estos dos caminos: promover y practicar la justicia y contribuir al desarrollo humano integral según la lógica de la solidaridad”.
La consecuencia de recordar el origen divino de la persona, de la sociedad y de la misma autoridad no es otra que “el valor de la persona, la dignidad de cada ser humano que hay que promover y tutelar siempre. Y, como afirma el beato Juan XXIII, no hay que garantizar solamente los principales derechos civiles y políticos; también hay que ofrecer a cada uno la posibilidad de acceder a los medios esenciales de subsistencia: los alimentos, el agua, la vivienda, la atención sanitaria, la instrucción y la posibilidad de formar y sostener una familia.
Estos son los objetivos que tienen una prioridad inderogable en la actividad nacional e internacional y son el parámetro de su bien hacer. De ellos depende una paz duradera para todos”.
“Ciertamente -señaló el Pontífice- la encíclica habla de objetivos y elementos que forman parte desde hace tiempo de nuestro modo de pensar, pero habría que preguntarse: ¿Forman también parte de la realidad? ¿Cincuenta años después, se reflejan realmente en el desarrollo de nuestras sociedades?”.
“La Pacem in Terris no pretendía afirmar que fuera tarea de la Iglesia dar indicaciones concretas sobre temas que, en su complejidad, deben dejarse al libre debate. En materia política, económica y social no es el dogma el que tiene que indicar las soluciones prácticas, sino más bien, el diálogo, la escucha, la paciencia, el respeto de la otra persona, la sinceridad y también la disponibilidad a replantearse la opinión propia. En el fondo, el llamamiento a la paz de Juan XXIII en 1962, apuntaba a orientar el debate internacional según estas virtudes”.
Los principios fundamentales de la encíclica pueden aplicarse a una serie de realidades nuevas, como las que analizan en estos días los participantes en el encuentro de Justicia y Paz: la educación, la influencia de los medios de comunicación de masas, el acceso a los recursos de la tierra, la aplicación de los resultados de las investigaciones biológicas, la carrera a las armas y las medidas de seguridad nacionales e internacionales.
“La crisis económica mundial, que es un síntoma grave de la falta de respeto por el ser humano y por la verdad con la que se han tomado decisiones por parte de los gobiernos y de los ciudadanos, es una prueba clara.
La Pacem in Terris traza una línea que parte de la paz que debe asentarse en el corazón de los seres humanos hasta un replanteamiento de nuestro modelo de desarrollo y de acción en todos los ámbitos, para que el nuestro sea un mundo de paz”. “Me pregunto –finalizó el Santo Padre- si estamos dispuestos a recoger la invitación”.+
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