Cruz del Eje (Córdoba) (AICA): “Al Cura Brochero se le cuelgan ahora de la sotana de la misma manera como lo hacían los chicos hace cien años, cuando Brochero pasaba montado en su mula malacara. Es que José Gabriel Brochero se quedó entre la gente para siempre. Este sacerdote de Córdoba, Argentina, no se fue con su muerte. O mejor dicho, se fue para quedarse más presente que nunca”, dice en un bello y colorido comentario para Radio Vaticana el sacerdote jesuita argentino, padre Guillermo Ortiz, director de la sección española de la radio del Papa, quien en estos días se encuentra, precisamente, en la Villa Cura Brochero, de Córdoba, donde se celebró el centenario de la muerte del Cura Gaucho.
“Bajo el sol ardiente del valle -prosigue el padre Ortiz-, con su sombrero negro de cura sobre su mula malacara, o con su poncho marrón en el intenso frío de las Sierras Grandes donde se eleva el cerro Champaquí de 2800 metros de altura, siempre sobre la mula, buscando uno a uno a sus feligreses para saber cómo estaban y para invitarlos al encuentro con Jesús en los ejercicios espirituales que los jesuitas predicaban en la Casa que Brochero levantó con la gente para eso.
“Así, andando y andando sobre la mula malacara en el tiempo de los tatarabuelos, bisabuelos y abuelos de la gente de ahora, este sacerdote argentino recorrió palmo a palmo la geografía de su parroquia haciendo caminos, levantando iglesias, escuelas, predicando, bautizando, bendiciendo. Se gastó sobre la mula y sobre los caminos; se hizo una cosa sola con la tierra, el agua, el sol, el viento, tanto que cuando murió ciego y leproso, depositaron solo lo que quedaba de sus restos, diseminados ya antes en las cosas y en los corazones de sus feligreses, como una chispa de calor y de luz; como un soplido de fuego que enciende el amor y la fe, la plegaria, los rezos, la presencia del mismo Jesucristo nuestro Señor, como buen sacerdote que fue y sigue siendo todavía ahora.
Así que de algún modo se fue, porque el alma se le separó del cuerpo -llagado por la lepra y la mula-, pero en otro sentido se quedó con su espíritu en la zona, que ya no debería llamarse Valle de Traslasierra, sino que debería dejarse que la tierra, el aire, el sol, el río, griten lo que la plegaria susurra en su suspiro: “Valle del Cura Brochero”.
“Y que no es un capricho decir que se quedó para siempre presente más que nunca, lo demuestran los hijos, los nietos, los bisnietos y tataranietos de los que lo conocieron, que hoy a 100 años de su muerte continúan dialogando con el cura Brochero en la oración. Ellos miran y tocan las reliquias del paso de Brochero en la región, pero con la oración lo hacen presente, vivo, nuevo y más fuerte que nunca. Y no se trata de una fantasía o una sicosis colectiva. La prueba de que es un diálogo real es que Brochero escucha desde el cielo y continúa bendiciendo a los que rezan con fe, con grandes y pequeños milagros. Porque el servicio de amor que hizo este Cura se ha transformado ahora en un poder. Es un poder de amor, caricia de milagros, fuerza y luz que se derraman con los rezos y la oración a un padre bueno, sacerdote muy cercano y amigo. Si no fuera así, de Roma no lo hubieran declarado beato el 14 de setiembre de 2013.
“En el corazón de Dios el Cura Brochero continúa vivo y se puede ser su amigo ahora. Aunque el 26 de enero de 2014 se celebraron 100 años de su muerte, está vivo en el corazón de la gente y en el cielo con Dios y con los santos”, concluye el padre Ortiz.+
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