El papa Francisco llamó a los religiosos lituanos a ser padres y madres de la Iglesia
Inspirado en la carta de San Pablo a los Romanos, tomado de la lectura del día, destacó la palabra “gemir”, tres veces repetida por el apóstol: gime la creación, gimen los hombres, gime el Espíritu en nosotros, “se gime desde la esclavitud de la corrupción, desde el anhelo de plenitud”, subrayó Francisco. Les preguntó a los religiosos cuan presente estaba en ellos ese gemido de anhelo a Dios vivo.
"No somos funcionarios de Dios, sino padres de misericordia", les dijo, haciendo alusión a la sociedad del bienestar que muchas veces “nos tiene aturdidos o dispersos, pero no plenos”, reflexionó. “Somos hombre y mujeres de consagración”, anunció a los presentes, incluyéndose, y exclamó “ninguna comunicación virtual instantánea puede privarnos de tiempos concretos y prolongados para conquistar un diálogo diario con el Señor a través de la oración y la adoración”.
Les recordó su misión fundamental: “Evangelizar y llevar la Buena Nueva de Dios por el mundo”. Destacó el hecho impactante y preocupante que ocurre “cuando nuestro pueblo ha dejado de gemir, ha dejado de buscar el agua que sacia la sed”, cuando ha dejado de buscar al Creador.
Luego mencionó la “constancia”, que también destaca San Pablo: “constancia en el sufrimiento, constancia para perseverar en el bien. Esto supone estar centrados en Dios, permanecer firmemente arraigados en él, ser fieles a su amor”.
Hizo referencia a los integrantes más ancianos del clero y las congregaciones y les dijo: “Ustedes saben testimoniar esta constancia en el sufrir, ese esperar contra toda esperanza”, respecto a la violencia ejercida sobre ellos por defender la libertad civil y religiosa, la violencia de la difamación, la cárcel y la deportación. A ellos, Francisco los exhortó a “hablar, enseñar y proponer, sin necesidad de juzgar la aparente debilidad de los más jóvenes”.
A continuación se refirió a los más jóvenes y los alentó a no desanimarse ni a encerrarse en ellos mismos ante las frustraciones y desilusiones del camino: “Son precisamente las tribulaciones las que perfilan los rasgos distintivos de la esperanza cristiana”, que a diferencia de la esperanza humana, “nunca muere, nunca es aniquilada”.
"Ustedes, los más jóvenes -reiteró- cuando estén delante de esas pequeñas frustraciones que los hacen encerrarse en ustedes mismos y a recurrir a estilos y diversiones que no son coherentes con su consagración, busquen sus raíces y miren el camino recorrido por los mayores. Es mejor que sigan otro camino, que elegir vivir en la mediocridad. Esto es para los jóvenes. Todavía están a tiempo y la puerta está abierta", afirmó.
“Mirar a Cristo Jesús como nuestra esperanza”, fue el último punto propuesto por Francisco, lo que significa “identificarnos con él, participar comunitariamente de su suerte, entrever el misterio del proyecto único e irrepetible que Dios tiene para cada uno. Porque no hay nadie que nos conozca ni nos haya conocido con tanta profundidad como Dios”.
Los convocó a hacer frente a la tristeza: "Cuantas veces encontramos sacerdotes, consagrados y consagradas tristes. La tristeza espiritual es una enfermedad. Tristes porque no encuentran el amor, porque no están enamorados del Señor”. Aconsejó que en esos momentos, hablen con sus hermanos, sobre todo con los más “sabios”, los que “han sabido caminar en el amor”.
“¿Qué nos pide el Señor?”, les preguntó el Papa a los religiosos, “¿Cuáles son las periferias que más necesitan de nuestra presencia para llevarles la luz del Evangelio?”. Los invitó a hacerse continuamente estas preguntas. De lo contrario, “¿quién podrá creer que Cristo Jesús es nuestra esperanza?”.
Refiriéndose a la confesión y el acompañamiento espiritual, los llamó a tener misericordia con los hermanos, "haciendo sentir a la otra persona el calor del Padre que perdona todo". La confesión no debe ser un “estudio psiquiátrico para excavar en el corazón de la gente", sino un lugar donde sentir el "abrazo del Padre", les dijo.
Al finalizar sus palabras, los exhortó a ser padres y madres de la Iglesia, ella que “no rumorea, sino que ama servir y hacer crecer”. Les pidió cercanía en la oración y en el Santísimo: un servicio que no sea de funcionarios sino de padres. “Si hacen esto, cuando sean viejos tendrán una hermosa sonrisa y los ojos brillosos, porque tendrán el alma llena de ternura, de mansedumbre y de misericordia”, concluyó.+
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