Mons. Santiago llamó a imitar a María "orante, fraterna y solidaria"
En su mensaje, señaló que “caminar con la Iglesia”, significa captar qué nos indica el Espíritu Santo respecto de nuestra relación con Dios, con los demás y con la realidad que nos circunda. Por otra parte, agregó, significa “dejarnos guiar por el Magisterio de la Iglesia, es decir, el Papa y los obispos en comunión con él”.
El prelado destacó la figura de María, quien “como hija del Padre, se ‘desposó’ con el Espíritu Santo y dio a luz a Jesús “en su mente, en sus sentimientos y en sus gestos, antes de concebirlo en su vientre bendito. Desde su relación con Dios, entendió que la familia de Dios se construye con el servicio alegre, el acompañamiento y la presencia cercana”, detalló.
“Por la sensibilidad de su corazón inmaculado, percibió el paso de Dios en las demandas de la realidad, y puso el gesto adecuado. Por eso María anticipó, preparó el camino y es la Madre de la Iglesia, misterio de comunión y misión”, afirmó monseñor Santiago.
El obispo relacionó también a “María, la Iglesia y la oración”, y describió a la Virgen como una “mujer orante” que “cuando no entiende lo que el Padre quiere manifestarle a través de los gestos y las palabras de su hijo Jesús, medita y conserva ‘cuidadosamente’ en su corazón lo acontecido”.
“María nos enseña con su actitud, que el silencio de la oración reposada es y será siempre, un lugar privilegiado de encuentro con Dios”, recordó.
“Si queremos seguir los pasos de María y de la Iglesia, si queremos vivir el gozo de encontrarnos con el Señor, debemos pedirle la gracia de cotidianos espacios de silencio orante con su Palabra. ¡Sueño con una Iglesia mariana, donde las capillas de adoración perpetua se multipliquen y estén presentes en todas las parroquias! ¡Sueño con sacerdotes que comiencen su día con un silencio profundo ante el Sagrario, escuchando al Padre, viviendo de la Palabra de Dios, porque eso es lo que posibilita vivir luego para Dios y servir a su pueblo en las cosas que se refieren a Dios”, reconoció el pastor de San Nicolás.
Respecto a “María, la Iglesia y la amistad fraterna”, el prelado recordó cómo “perseverando en la oración, en espera de la venida del Espíritu Santo, María y los Apóstoles se disponen para el nacimiento de la Iglesia del entendimiento, el encuentro y la amistad fraterna”.
“La amistad cristiana no se forma de cualquier manera, sino que tiene un modo original y único. Cuando dos o más, movidos por la gracia de Dios, en la meditación de la Palabra de Dios, van asimilando los sentimientos de Cristo y los traducen en gestos, se encuentran, ‘simpatizan’, tienen los mismos sentimientos, sufren y se alegran por lo mismo, descubren un proyecto común, el de Dios, y son cautivados por la pasión evangelizadora. Eso los hace profundamente hermanos”, consideró.
“Por eso, cuando el entendimiento y la amistad cristiana no se dan, lo primero que tienen que preguntarse los hermanos es cómo cada uno está asimilando los sentimientos de Cristo y cómo los está traduciendo en su vida”, advirtió. “Cristo es el fundamento de la fraternidad cristiana y María Santísima es la madre de familia que acompaña y reúne a los hermanos que siguen a Cristo. No hay entendimiento humano posible fuera de ese camino, sin Cristo y sin María, los hombres no podemos entendernos y construir la común-unión”, continuó.
En cuanto a “María, la Iglesia y los desafíos misioneros”, el obispo tomó las palabras del papa Francisco: “Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón. Esas propuestas parciales y desintegradoras solo llegan a grupos reducidos y no tienen fuerza de amplia penetración porque mutilan el Evangelio. Siempre hace falta cultivar un espacio interior que otorgue sentido cristiano al compromiso y a la actividad”, recordó.
Por otra parte, se refirió a “La pérdida del sentido de Dios y sus consecuencias”. Al respecto, planteó: “¿Qué desafíos presenta el mundo actual a la evangelización?”. En ese sentido, consideró que “el mal de fondo que vive nuestra sociedad, en la cual muchos viven como si Dios no existiera, es la pérdida discernimiento como consecuencia de la pérdida del sentido de Dios”.
“Si el desafío de fondo es que los hombres se separaron de Dios y por eso perdieron la capacidad de discernimiento y en el colmo del extravío llaman ‘bien’ al mal, y ‘mal’ al bien - como quienes, como algo bueno, quieren promover una ley que mata a las personas -, el camino es volver a re-ligarnos con Dios. María orante nos enseña el camino, para ayudar a los hombres a recuperar el sentido ético tenemos que enseñarles a orar. Tenemos promover esto que hacemos cuando venimos al santuario de María del Rosario de San Nicolás, invitar a los hombres a rezar, para que descubran a un Dios que es Padre y sabe lo que nos hace bien, de allí la importancia de tomar sus mandamientos como guía de nuestra vida”.
En cuanto a “La crisis de vínculos y la soledad”, monseñor Santiago lo calificó como “el segundo desafío del mundo en el que vivimos”, reflejado en las parejas y los matrimonios que no logran una unión estable. “Es como si hubiésemos perdido la capacidad de convivir, de dialogar, de tenernos paciencia, de perdonarnos, de complementarnos, de considerarnos, de encontrarnos en profundidad”.
“El camino de solución a la crisis de vínculos y a la soledad, lo presenta, sin palabras, María orando con los apóstoles, esperando al Espíritu Santo. Gracias al Espíritu Santo enviado por Jesús y el Padre, nace la Iglesia como lugar de entendimiento, de encuentro y de amistad fraterna”, sostuvo, y recordó que “sólo el Espíritu Santo, dulce huésped del alma, hace posible la comunicación, el encuentro, el entendimiento y la fraternidad entre los hombres”. En ese sentido, llamó a “unirnos a María y los apóstoles para implorar la venida del Espíritu Santo que nos hace la Iglesia del encuentro y la común-unión. De este modo, muchos creerán y querrán unirse a la comunidad de los hermanos que se aman”.
Finalmente, el prelado advirtió que otro desafío de la evangelización del mundo actual es “la injusticia social, que nos golpea y tiene diversísimas caras: vulnerabilidad, marginación, inmigración forzada por guerras o regímenes totalitarios, falta de trabajo y como consecuencia, de comida, de vestido, de cobertura médica y de educación”.
“El porcentaje actual de pobres en la Argentina alcanza aproximadamente a catorce millones de personas. Si bien las causas son muchas y complejas, el papa Francisco ha señalado una de carácter global: un sistema económico injusto que beneficia a unos pocos y deja afuera a un mar de gente”.
“’A los pobres los tendrán siempre’, dijo Jesús, como una premonición de que tendríamos que luchar contra la injusticia de la pobreza hasta el fin del mundo”, destacó, y preguntó: “¿Qué podemos hacer? Primero, rezar para que quienes tienen a su cargo la conducción de las naciones, lo hagan buscando el desarrollo humano, que es vida digna para todos; desde la Iglesia podemos poner gestos inspirados por la imaginación de la caridad, que expresen nuestra real sensibilidad y solidaridad; mirar a los ojos del necesitado y preguntarle su nombre, aconsejó el Papa Francisco; invitar a aquellos a los cuales la vida les ha dado capacidades y bienes, para que den al capital una función social, por ejemplo, creando una empresa que dé trabajo y un salario digno que haga posible el acceso al capital, y por él a los derechos humanos fundamentales del trabajador”, animó.
“María nos muestra el camino para superar las desigualdades. Con Jesús en el corazón y en el vientre, salió de sí y corrió a ayudar a su prima Isabel, que necesitaba de ella, de ese modo, nos muestra la imagen de una Iglesia que superando el narcisismo, movida por el amor, percibe las carencias de los demás antes que le pidan ayuda, sale de sí, y con alegría, está cerca y acompaña sirviendo”, insistió.
“La solución de fondo al problema de la distribución equitativa de los bienes, es pedir con María, la gracia de creer en Jesús Resucitado y en el destino trascendente de nuestra vida, que nos demos cuenta que sólo somos peregrinos, administradores y no dueños de lo que tenemos, que nunca se ha visto un cortejo fúnebre acompañado por un vehículo que lleva las pertenencias del difunto, que al final de la vida, paradójicamente, nos quedará sólo lo que dimos. Sin la fe en un destino trascendente no hay justicia y solidaridad posible”, concluyó, dando gracias a María “orante, fraterna y solidaria”, por indicarnos con su estilo de vida qué significa ser Iglesia. “¡Gracias porque con los gestos de tu vida llena de Dios, nos ayudas a religarnos con Él, a comunicarnos entre nosotros y a salir, acompañando, y sirviendo a Jesús, en nuestros hermanos más vulnerables! María del Rosario de San Nicolás, ruega por nosotros”, finalizó.
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