Mons. Colombo: “Invitados a vivir con alegría”
“Hoy el Señor nos regala su resurrección; hoy, por fin, la alegría y la esperanza inundan nuestros corazones para hacernos salir de ese doloroso letargo, de esa agonía del viernes santo, de la incertidumbre misma; ahora sabemos que el Señor ha vencido a la muerte y el pecado; ahora sabemos que la vida tiene la última palabra”, comenzó diciendo el prelado.
Al referirse al tiempo de pandemia “en estos días tan dolorosos para la humanidad”, recordó que “el Señor nos quiere regalar una certeza honda: Él ha vencido a la muerte y ésta no tiene sobre Cristo ningún poder, como tampoco lo tiene ya sobre nosotros, unidos fuertemente a Él”.
Luego mencionó que, como indica la liturgia de la Palabra, “en esa etapa posterior a la Resurrección, habrá signos, presencias, pequeños milagros, gestos de amor de Jesús resucitado para su comunidad, para encontrarlos y mostrarles que no había lugar para el dolor y la desesperanza”.
En efecto, “en adelante, ni cuevas cerradas ni sepulcros sellados. ¡La vida había vencido! A partir de esto, la vida de los discípulos será andar y andar para dar testimonio del Señor, muerto y resucitado para el bien de su pueblo”, afirmó el arzobispo mendocino.
Como los discípulos cristianos, “estamos invitados a vivir con alegría”, animó monseñor Colombo. “No somos testigos de un velorio ni tristes exégetas de algo que sucedió y terminó en el tiempo. Estamos convencidos del triunfo de Dios, una victoria permanente que es la presencia viva de Cristo en la historia de los hombres”.
En este sentido, el prelado invitó a la comunidad a “transformar con Cristo el mundo por amor. Que podamos correr también nosotros al encuentro de los hermanos para testimoniar que el Señor no está en ninguna tumba porque ha resucitado y vive entre nosotros, en nuestros sacramentos, en nuestra caridad; vive entre nosotros en la dinámica de vínculos sanos, vive entre nosotros en comunidades que celebran la vida y que festejan de verdad lo que Dios puede hacer con los hombres”.
Finalmente, afirmó: “El poder de Dios es más fuerte que cualquier poder humano; pidámosle entonces, la esperanza y la capacidad de testimoniarlo con alegría, con gestos, con palabras de personas resucitadas con Él”.+
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