Vigilia Pascual: “No tengan miedo, mantengan la esperanza, Jesús ha resucitado, exhortó el Papa
La Vigilia Pascual es una celebración llena de símbolos. La luz, la Palabra de Dios, el agua, la renovación de las promesas bautismales y la recitación y aceptación de los rasgos fundamentales del Dios en quien creemos.
En una celebración especial, sin los fieles, el rito de la bendición del fuego tuvo lugar al pie del altar de la confesión y no en la puerta de la basílica, no hubo preparación del Cirio Pascual, ni el encendido de las velas a los presentes, tampoco hubo bautismo de adultos como es habitual.
“Este año, dijo Francisco, sentimos más que nunca el Sábado Santo, el día del gran silencio. Podemos reflejarnos en los sentimientos de las mujeres en ese día. Al igual que nosotros, tenían en sus ojos la tragedia del sufrimiento, una tragedia inesperada que sucedió demasiado rápido. Habían visto la muerte y tenían muerte en sus corazones. El dolor iba acompañado de miedo: ¿tendrían también el mismo fin que el Maestro? Y luego los temores por el futuro, todo por reconstruir. Memoria herida, esperanza sofocada. Era la hora más oscura para ellos, como para nosotros. Pero en esta situación, las mujeres no están paralizadas. No ceden ante las fuerzas oscuras del lamento y el arrepentimiento, no se encierran en el pesimismo, no huyen de la realidad”.
Al preparar los perfumes para el cuerpo de Jesús, "sin saberlo, se prepararon en la oscuridad de ese sábado" el amanecer del primer día de la semana ", el día que cambiaría la historia. Jesús, como una semilla en la tierra, estaba a punto de brotar una nueva vida en el mundo; y las mujeres, con oración y amor, ayudaron a que floreciera la esperanza".
“¡Cuántas personas, en los tristes días que vivimos, han hecho y hacen como esas mujeres, sembrando brotes de esperanza! Con pequeños gestos de cuidado, cariño, oración. Al amanecer las mujeres van al sepulcro. Allí el ángel les dice: «No tengan miedo. Él no está aquí, ha resucitado”.
“No tengas miedo, no tengas miedo: aquí está el anuncio de la esperanza. Es para nosotros hoy. Estas son las palabras que Dios nos repite en la noche que estamos pasando. Esta noche conquistaremos un derecho fundamental, que no nos será quitado: el derecho a la esperanza. Es una esperanza nueva y viva que proviene de Dios. No es un mero optimismo, no es una palmada en la espalda o un estímulo de las circunstancias. Es un regalo del cielo, que no pudimos obtener nosotros mismos”.
“Todo estará bien, digamos tenazmente en estas semanas, aferrándonos a la belleza de nuestra humanidad y haciendo surgir del corazón palabras de aliento. Pero a medida que pasan los días y crecen los temores, incluso la esperanza más audaz puede evaporarse".
"La esperanza de Jesús es diferente. Pone en su corazón la certeza de que Dios sabe cómo convertir todo en algo bueno, porque incluso desde la tumba hace salir la vida. La tumba es el lugar donde los que entran no salen. Pero Jesús salió por nosotros, resucitó por nosotros, para traer vida donde había muerte, para comenzar una nueva historia donde se había colocado una piedra sobre ella”.
“Él, que volcó la roca a la entrada de la tumba, puede quitar las rocas que sellan el corazón. Por lo tanto, no cedemos ante la resignación, no ponemos una piedra en la esperanza. Podemos y debemos esperar, porque Dios es fiel. No nos dejó solos, nos visitó: vino en todas nuestras situaciones, en el dolor, la angustia, en la muerte. Su luz iluminaba la oscuridad del sepulcro: hoy quiere llegar a los rincones más oscuros de la vida”.
“Hermana, hermano, incluso si enterraste la esperanza en tu corazón, no te rindas: Dios es más grande. La oscuridad y la muerte no tienen la última palabra. ¡Ánimo, con Dios nada se pierde!
Francisco recordando el texto de Marcos, afirma que tampoco son nuestras flaquezas las que tienen la última palabra: “Si en el camino eres débil y frágil, si caes, no temas, Dios te tiende la mano y te dice: «Ánimo” y nos invita a decirle a Jesús, para superar nuestros miedos: “Ven, Jesús, en medio de mis miedos, y dime también: Ánimo”. Contigo, Señor, seremos probados, pero no turbados, porque Tú estás con nosotros en la oscuridad de nuestras noches, eres certeza en nuestras incertidumbres, Palabra en nuestros silencios, y nada podrá nunca robarnos el amor que nos tienes”.
La segunda parte del anuncio pascual: el envío
El obispo de Roma cita a Mateo: “Comuniquen a mis hermanos que vayan a Galilea” y nos recuerda: “Es hermoso saber que camina delante de nosotros, que visitó nuestra vida y nuestra muerte para precedernos en Galilea; es decir, el lugar que para Él y para sus discípulos evocaba la vida cotidiana, la familia, el trabajo. Jesús desea que llevemos la esperanza allí, a la vida de cada día”.
Ir a Galilea, afirma el Papa es ir a donde todo comenzó, es el lugar de los recuerdos, el lugar de la llamada: “Volver a Galilea es acordarnos de que hemos sido amados y llamados por Dios. Necesitamos retomar el camino, recordando que nacemos y renacemos de una llamada de amor gratuita. Este es el punto de partida siempre, sobre todo en las crisis y en los tiempos de prueba. Cada uno tenemos nuestra propia Galilea".
Pero también, insiste el Papa, Galilea es el sitio más alejado de Jerusalén, sitio donde conviven otras creencias, la «Galilea de los gentiles». Y nos dice: “¿Qué nos dice esto? Que el anuncio de la esperanza no se tiene que confinar en nuestros recintos sagrados, sino que hay que llevarlo a todos. Porque todos necesitan ser reconfortados” y prosigue: “Qué hermoso es ser cristianos que consuelan, que llevan las cargas de los demás, que animan, que son mensajeros de vida en tiempos de muerte. Llevemos el canto de la vida a cada Galilea, a cada región de esa humanidad a la que pertenecemos”.
Francisco insiste en que un servicio grande que todos los cristianos podemos hacer por la humanidad y enumera cuatro acciones a emprender: “Acallemos los gritos de muerte, que terminen las guerras. Que se acabe la producción y el comercio de armas, porque necesitamos pan y no fusiles. Que cesen los abortos, que matan la vida inocente. Que se abra el corazón del que tiene, para llenar las manos vacías del que carece de lo necesario”.
El Papa finalizó la homilía volviendo a los personajes con que comienza el relato evangélico de Mateo: las mujeres, “Abrazaron los pies que pisaron la muerte y abrieron el camino de la esperanza. Nosotros, peregrinos en busca de esperanza, hoy nos aferramos a Ti, Jesús Resucitado. Le damos la espalda a la muerte y te abrimos el corazón a Ti, que eres la Vida”. +
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