Mons. Arancedo pidió que la Jornada de los Pobres afiance la cultura del encuentro
Vivir con alma de pobres hace visible en la comunión de lo que somos y tenemos. Así lo experimentaron las primeras comunidades cristianas, en las que se compartía la fe, la vida cotidiana y los bienes según las necesidades de cada uno. Este espíritu de pobreza lleva a una felicidad que nace de la alegría de haber encontrado al Señor, sostuvo.
El prelado advirtió que la dureza del momento presente y la autenticidad del compromiso exigen a todo bautizado realizar una acción eficaz de promoción de la justicia, de alivio del dolor y de una defensa de la real dignidad del pobre, del débil y del indefenso.
Redescubrir el valor evangélico de la pobreza implica entonces opciones concretas de justicia y de solidaridad. En una patria dotada de todo tipo de recursos y posibilidades, la falta de coherencia de la fe y de vivir una solidaridad sostenida en el tiempo es en gran medida la causa de los niveles de miseria que mucha gente sufre, alertó, y agregó: Ese desinterés y frialdad por el que sufre, instaura en la tierra un sistema férreo de desigualdad.
El arzobispo santafesino recordó que para la celebración de la Jornada, el papa Francisco invita a organizar diversos momentos de encuentro y de amistad, de solidaridad y de ayuda concreta y detalló algunas acciones que se pueden realizar en esa fecha, además de momentos de oración.
El gesto sencillo, cotidiano, cercano y atento, con la dulzura de la preocupación por las necesidades del hermano, hacen posible una transformación que es propia del amor. A la Virgen le pedimos que esta Jornada sea una oportunidad para que crezca el compromiso de todos en el amor hacia los más pobres y que afiance el caminar de nuestra patria en la que todos nos sintamos y seamos sus artífices de la cultura del encuentro, concluyó.+
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