Las vísperas iniciaron con el himno Ave Marís Stella, entonado por el coro de la Capilla Sixtina, y prosiguió con algunas partes en latín y otras en italiano, con los salmos, antífonas, con el Magnificat, y concluyó con el Pater Noster, que indicó Francisco, “resume todo el evangelio de Cristo”.
En la homilía, el pontífice afirmó que la sociedad actual está en "deuda" con los jóvenes y lamentó que se haya "creado una cultura que, por un lado, idolatra a la juventud queriéndola hacer eterna" pero que al mismo tiempo condena a los jóvenes "a no tener un espacio de real inserción".
"No nos privemos de la fuerza de sus manos, de sus mentes, de su capacidad de profetizar los sueños de sus mayores. Si queremos apuntar a un futuro que sea digno para ellos, podremos lograrlo sólo apostando por una verdadera inclusión: esa que da el trabajo digno, libre, creativo, participativo y solidario", subrayó.
Francisco advirtió que "lentamente los hemos ido marginando de la vida pública obligándolos a emigrar o a mendigar por empleos que no existen o no les permiten proyectarse en un mañana".
"Hemos privilegiado la especulación en lugar de trabajos dignos y genuinos que les permitan ser protagonistas activos en la vida de nuestra sociedad. Esperamos y les exigimos que sean fermento de futuro, pero los discriminamos y 'condenamos' a golpear puertas que en su gran mayoría están cerradas", agregó.
El Papa exhortó a ayudar a los "jóvenes a recuperar en su tierra, en su patria horizontes concretos de un futuro por construir" y afirmó que es fundamental "estimularlos a que sean capaces de soñar y de luchar por sus sueños".
Asimismo, rechazar la lógica centrada "en el privilegio, en las concesiones" y en "los amiguismos", y apuesten por una "lógica del encuentro, de la cercanía y la proximidad".
"No podemos permitirnos ser ingenuos. Sabemos que desde varios lados somos tentados para vivir en esta lógica del privilegio que nos aparta-apartando, que nos excluye-excluyendo, que nos encierra-encerrando los sueños y la vida de tantos hermanos nuestros", aseveró.
Rezo ante el pesebre, los restos del terremoto y una barcaza
Terminada la celebración, Francisco acudió a rezar ante el pesebre situado en la Plaza de San Pedro, donde saludó durante varios minutos a los fieles allí congregados.
Luego, el Papa adoró al Niño en el pesebre y rezó brevemente en silencio, y dio gracias por los signos de generosidad divina.
Tras la oración, se acercó a los restos de la cruz de una de las iglesias de Amatrice destruida durante el terremoto del 24 de agosto que afectó a diversas localidades del centro de Italia, y que fueron depositados junto al pesebre. También se aproximó a la barca situada en memoria de los migrantes y refugiados que han dejado su vida en las aguas del Mar Mediterráneo en su intento de alcanzar las costas europeas.+
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