En Navidad, monseñor Lugones reiteró el llamado a ser una Iglesia más solidaria y samaritana
“Es tiempo de nacer y renacer desde la memoria agradecida por tantas gracias recibidas, acción de gracias por lo que el Señor nos permitió vivir este año: planificar, vivir, realizar, experimentar, proyectar juntos incluso en este fin del año; momento del recuerdo de los deseos que no pudieron ser, de las cosas que se quedaron a medio camino, tal vez de las frustraciones o desesperanzas que no nos han dado paz”, subrayó en su mensaje de Navidad.
El prelado destacó lo hermosa y esperanzadora que es la imagen evangélica de “Un Niño les ha nacido”, y lamentó que “hoy como en otros momentos de la historia no todos los niños son bien recibidos”.
“Es duro ver a nuestros niños, tan pequeños, gambeteando los autos para limpiar vidrios, trabajando en lo que pueden: reciclando basura, pidiendo, inhalando, arriesgando la vida y la inocencia en las noches, porque ya no hay hora para volver a casa, o ya no quedan referentes para volver”, alertó, y valoró que la diócesis haya asumido entre sus prioridades el “compromiso social desde la fe en los adolescentes y jóvenes”.
Monseñor Lugones planteó la necesidad de “llegar a los adolescentes cansados de la vida, tristes, cercados por el miedo al futuro, y muchas veces al presente”.
“Es que, ¿nacieron sin esperanza?, ¿cómo pedirles que confíen si no hay en qué, ni en quién confiar? Pareciera que todos los males son a causa de la pobreza, de la falta de cosas y, sin embargo, en Navidad el Niño nace en la pobreza, débil, amenazado, tempranamente perseguido, de padres desocupados”, comparó.
“Entonces, dónde está la esperanza de esta familia con tantas limitaciones, dónde está la esperanza de un pueblo esquilmado y sin referentes. Precisamente, en la debilidad del Niño: un niño nos ha nacido, sí, la fe no se deja oscurecer por el brillo de lo inmediato, sí, la fe se ha hecho camino que nos sale al encuentro, si, la fe genera esperanza para abrir la puerta del corazón, si, la fe se hace realidad creativa en el amor que es capaz de borrar tantas heridas; como dice el poeta: ‘Jesús es la esperanza, que mantiene la fe viva, y enciende el amor, para borrar las heridas’. Entonces es tiempo de nacer y renacer”, sostuvo.
El obispo lomense valoró que la comunidad diocesana se haya animado a la otra prioridad diocesana: “Iglesia solidaria y samaritana en salida a las periferias existenciales que nos reclaman acompañar toda injusticia y sufrimiento, soledad y temor, ayudar a nacer y renacer desde el mandamiento del Amor”.
“Como María y José hay que salir para encontrar, desinstalarse para buscar, hacer un audaz camino para anunciar esta Buena Noticia, hacer lugar para donarse al amor, dejarse iluminar para ser luz, tender los brazos para arropar y abrazar, nacer y renacer, creer para confiar y esperar”, subrayó.
Monseñor Lugones recordó que “por Él, con Él y en el Niño Jesús que viene, hay esperanza confiada si la Navidad nos encuentra como discípulos en salida” y alentó a preparar “el pesebre viviente en el corazón, abriéndose a las prioridades diocesanas, con la sencillez y el consuelo del que viene a nacer en la pequeñez humana para hacernos renacer a la grandeza del Amor divino”.+
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