En su homilía, el párroco destacó la importancia de la parroquia como la comunidad donde “encontramos el lugar propicio para el culto divino, venimos a darle gloria a Dios, a adorarlo, a pedirle y agradecerle, a recibir sus dones y sus gracias, a ser escuchados y sanar”.
Por eso, consideró que “tener una parroquia cerca es una bendición divina, y cuando las campanas suenan son como la misma voz de Dios que nos invita a la alabanza, al perdón, al cambio de vida, a servir a nuestro prójimo, a dirigir nuestra mirada al Señor. Es un don, un regalo de Dios”.
El sacerdote recordó los inicios de la tarea evangelizadora “en aquellos tiempos lejanos, con muchos sacerdotes, primeramente los misioneros que llegaron por esta zona, hasta que a través del padre José Daniel Zelarayán se concretó la creación de la parroquia por decreto de monseñor Pedro Alfonso Torres Farías OP. Y así, el 21 de julio de 1963, después de haber andado en casas, debajo de un árbol se fue armando lo que después fue la parroquia, con la participación de los vecinos”.
“Desde 1963 creció de a poco, posteriormente se levantó el templo que hicieron el padre Carlos Ibáñez, con la colaboración de todos ustedes de distinta forma, y la comunidad siguió creciendo al igual que la tarea de evangelizar, que nos compete a todos los miembros de la parroquia, siempre en común unión con los distintos sacerdotes que pasaron”, afirmó el párroco, y aseguró que “hoy venimos a disfrutar del trabajo que otros hicieron, continuándolo con amor”.+
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