Algunas personas del barrio reconocieron el automóvil azul del Papa y esperaron a que saliera, a pesar del calor, en frente de la puerta.
La señora, quien por la enfermedad que padece no puede salir de casa, había pedido en varias ocasiones que quería ver al Papa Francisco. El Papa permaneció con la anciana alrededor de una hora.
Los gendarmes y algunos policías vestidos de civil, que acompañaron al pontífice, se quedaron abajo para proteger la entrada del edificio donde vive la mujer.
Cuando el Papa salió del edificio, un pequeño grupo de vecinos del barrio lo estaban esperando. Francisco los saludó con gran afecto, estrechó la mano a cada uno de ellos y regaló abrazos y sonrisas.
Alguno de los momentos más emotivos que se vivieron, según VaticanNews, fue cuando el Papa se detuvo para jugar con un niño, mientras que una mujer joven al verlo, no pudo contener las lágrimas de la emoción. O el de un vecino que se acercó al Santo Padre para regalarle un pequeño crucifijo.
Entre los que se acercaron el pontífice, destaca un hombre enfermo, que vive en el mismo edificio que la anciana. Este señor más que un estreche de manos, necesitaba el consuelo y la oración del Papa.
Ya en el automóvil de vuelta al Vaticano, el Papa continuó saludando al vecindario y bendiciéndoles.
Fue un momento de gran alegría para este vecindario, que el Papa conoce bien, pues a unos pocos metros, concretamente en la Plaza Buenos Aires, está la iglesia argentina de Santa María de los Dolores, donde, el Papa cuando era cardenal, visitaba frecuentemente.
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