Durante de su homilía invitó a los religiosos a "no perder la alegría de saberse amado" y a "renovar la pertenencia al pueblo que camina en Quilmes". Recordó las palabras del papa Francisco en el Congreso Internacional de la Vida Consagrada, que se celebró en Roma en el mes de febrero. Se refirió a las “3 P” que constituyen los tres pilares de la vida consagrada: la plegaria, la paciencia y la pobreza.
Sobre la “plegaria”, que es “volver siempre a la primera llamada”, para la vida consagrada “es lo que me hace trabajar para el Señor, no para mis intereses o para la institución en la que trabajo, no: para el Señor”. La comparó con el aire que respiramos y agregó: “Sin ese aire no podríamos ser buenos consagrados”.
En relación a la “pobreza”, les dijo, citando las Constituciones de San Ignacio: “La pobreza es la madre, es el muro de contención de la vida consagrada”. Sin pobreza “no hay fecundidad en la vida consagrada. Y ese ‘muro’, te defiende. Te protege del espíritu de la mundanidad”, señaló.
Haciendo referencia a la “paciencia”, indicó que “sin la capacidad de padecer, una vida consagrada no puede sostenerse a sí misma, estará a medio hacer”, advirtió recordando los dichos de Francisco. Y les mencionó que esta no es solo necesaria en la vida comunitaria sino también “ante los sufrimientos del mundo”.
Al finalizar sus palabras, pidió a la Virgen Niña, que “nos regale un corazón de niños, para confiar en el Señor, dejarnos ayudar por Él y los hermanos, y para no perder la alegría de sabernos amados”.+
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