Mons. Martorell llamó a propagar la fe en el mundo de hoy
Puerto Iguazú (Misiones) (AICA): El obispo de Puerto Iguazú, monseñor Marcelo Martorell, compartió la homilía que pronunció el segundo domingo de Pascua basada en el evangelio que relata el encuentro de Jesús resucitado con los apóstoles, la incredulidad de Tomás y el anuncio del Señor: «Felices los que creen sin haber visto». El prelado deseó que esta Pascua reúna a los cristianos en la fe de tal manera que puedan multiplicar el anuncio y trasformar el mundo de hoy.
Monseñor Martorell recordó que Jesús, el día de su Resurrección, sopló el Espíritu sobre los apóstoles dándoles el primer don de su poder, “maravillosamente conjugado” con el don del perdón.
“El don y la persona del Espíritu Santo aparece como protagonista en los primeros momentos de la Iglesia primitiva, enviada a predicar el Evangelio, a perdonar los pecados y a bautizar a los que creyeran. Ya, en la tarde del Jueves, les entregó el misterio de la Eucaristía, que junto al perdón de los pecados, son sacramentos especialmente pascuales”, explicó el obispo.
Tras comentar el episodio del apóstol Tomás, monseñor Martorell subrayó la ternura del Salvador, que en vez de enfadarse por la incredulidad del discípulo, lo mira con amor y se somete a las pruebas que le exige. Tomás se quiebra en un gran acto de fe diciendo: «¡Señor mío y Dios mío!».
El prelado recordó que la vida de Cristo y su anuncio encuentra obstáculos para su aceptación en el corazón: “El ser humano cuando no ve, duda y cree sólo en lo que percibe y toca con sus manos, se encierra en sus sentidos y vive por lo que perciben y a éstos trata de satisfacer. Llevar el mensaje de Cristo resucitado no será fácil tarea y ha de requerir de gran paciencia, misericordia y amor tanto al Evangelio que se predica, cuanto al hombre al que está destinado, que tantas veces vive en el error o en la ignorancia de la fe”.
El obispo destacó la bienaventuranza de los creyentes: “La fe y sólo la fe en Cristo resucitado sostenía a los creyentes de la Iglesia primitiva y los llevaba a celebrar los sacramentos, a alimentarse de ellos y proclamar que Jesús muerto y resucitado es el Señor por quien fueron hechas todas las cosas y que con su resurrección las hace nuevas, las renueva”.
“Así tendrá que ser la fe del hombre de hoy –apuntó el obispo-. La Iglesia vive de la fe en Cristo resucitado y se sostiene por la fuerza del amor del Espíritu de Jesús. La fe en Cristo y la fuerza del testimonio de los apóstoles en el amor era lo que mantenía unidos a los primeros cristianos; una fe tan fuerte que los llevaba a dejar todo incluso sus propios bienes, compartirlos y seguir a Jesús. Todos se sentían hermanos en Cristo Jesús”.
“Ojalá esta Pascua de Resurrección nos una en la fe de tal manera que esa vida nueva que hemos recibido se multiplique y trasforme no sólo nuestras vidas, sino también la vida de este mundo de hoy, plasmando el Evangelio de tal modo que los hombres sientan que viven un mundo renovado en la fe y el amor”, concluyó.+
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