Francisco agradeció de corazón el esfuerzo de todos los hicieron posible “esta peregrinación”. “Me sentí acogido, recibido por el cariño, la fiesta, la esperanza de esta gran familia mexicana, gracias por haberme abierto las puertas de sus vidas, de su Nación”, expresó el Papa al despedirse.
“La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian la esperanza; pude ver en muchos de sus testimonios, en sus rostros, la presencia de Dios que sigue caminando en esta tierra, guiándolos y sosteniéndolos en la esperanza; muchos hombres y mujeres, con su esfuerzo de cada día, hacen posible que esta sociedad mexicana no se quede a oscuras”.
“Muchos hombres y mujeres –dijo Francisco- a lo largo de las calles cuando pasaba levantaban sus hijos, me los mostraban. Son el futuro de México, cuidémoslos, amémoslos. Esos chicos son profetas del mañana, son signo de un nuevo amanecer y les aseguro que por ahí en algún momento sentía como ganas de llorar al ver tanta esperanza en un pueblo tan sufrido”.
Finalmente rogó “la Madre de Guadalupe, siga visitándolos, siga caminando por estas tierras, México no se entiende sin Ella, siga ayudándolos a ser misioneros y testigos de misericordia y reconciliación”.
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