El programa consistió, antes que nada, en vivir con la comunidad y con los jóvenes del lugar, compartiendo el trabajo en el tabacal, en las colmenas y con la hilandera. También se trató de compartir las dificultades que los lugareños pasan a diario, siendo que el paraje se presenta como zona rural: el agua fría, la falta de gas y barro por doquier. Por esto, el primer objetivo fue dejar de lado comodidades y prejuicios.
Los jóvenes focolares propusieron con su visita “hacer a los demás lo que te gustaría que te hagan a ti” y lo transmitieron a través de un sinnúmero de simples actos de amor concretos y con un encuentro, un cine-foro, un paseo, momentos de recreación y comiendo, bailando y cantando juntos. Además, presentaron la frase a través de un pequeño sketch, mostrando cómo sería la realidad de El Espinal viviendo esta regla a diario.
Pero estas originales vacaciones tenían también otro objetivo: el de apoyar un proyecto que lleva adelante la Pastoral del Turismo que consiste en ayudar a la población a reconocer el potencial turístico que posee. Se hicieron entonces actividades que más adelante pueden transformarse en propuestas para turistas: caminatas al río, cabalgatas, paseos en tractor, visitas a los lugares más hermosos y recónditos de El Espinal.
Entre los impresionantes paisajes, los abruptos cambios de clima, la lluvia, el sol, los animales y hasta los – no tan apreciados – bichos de toda clase, todos pudieron realmente “sentir la presencia viva de Dios y el cálido abrazo de su creación”. También la relación entre los jóvenes fue muy enriquecedora. En pocas palabras, hicieron unas vacaciones distintas en este bello paraje de la provincia de Salta, y adhiriendo a la invitación de papa Francisco, llevaron la vida del Evangelio a las periferias.
Antes de regresar a sus ciudades, los jóvenes del movimiento Focolar compartieron algunas impresiones: “Aprendí muchas cosas: a ser feliz con lo poco que teníamos, a no quejarme, a vivir al máximo la regla de oro. Me sentí muy amada y acogida. Todo me marcó muchísimo”. “Comencé el año de la mejor manera. Gracias por haberme acercado nuevamente a Dios”. “Nos vamos con el corazón repleto de historias, experiencias, sus valores, vida, luz, alegría. Redescubrí que si vivimos juntos por los demás, todo el resto se da por añadidura”.
Pero también los jóvenes del lugar quisieron expresar con palabras lo que experimentaron: “Ustedes son los mejores amigos que Jesús me regaló”; “Nos llenaron de sonrisas, alegría y paz”. Y Dominga compartió una oración que escribió en esos días: “Gracias Jesús por estar aquí y porque hoy me diste muchos hermanos. Hoy te encontré en cada uno de ellos. Jesús, enséñanos a soñar cosas grandes, lindas, cosas que nos agranden el corazón”.+
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