Ángelus: El encuentro personal con Jesús, renueva el “agua viva” de nuestro Bautismo
“El encuentro -explicó el Santo Padre- se produce cuando Jesús atravesaba la Samaria, región entre Judea y Galilea, habitada por gente que los judíos despreciaban por considerarla herética. Pero, sin embargo, esta población será una de las primeras en adherirse a la predicación cristiana de los apóstoles”.
“Mientras los discípulos entran en una aldea para buscar de comer, Jesús se queda junto a un pozo y pide agua para beber a una mujer que estaba allí para coger agua. A partir de esa petición comienza un diálogo. ¿Cómo es posible que un judío se dignara a pedir algo a una samaritana? Jesús responde: si tú supieras quién soy yo, y el don que tengo para ti, serías tú la que pedirías y yo el que te daría el ‘agua viva’, un agua que sacia toda la sed y que se convierte en fuente inagotable en el corazón de quien la bebe”.
“Ir al pozo a buscar agua es agotador y molesto –reconoció el Papa–, sería bello tener a disposición una fuente inagotable. Pero Jesús habla de un agua diferente. Cuando la mujer se da cuenta de que el hombre con el que habla es un profeta, le confía su propia vida y le cuestiona sobre asuntos religiosos. Su sed de afecto y de vida plena no está saciada por los cinco maridos que había tenido: ha experimentado desilusión y desengaño”.
“Por lo tanto, la mujer estaba admirada por el gran respeto que Jesús mostraba hacia ella, y cuando Él le habla incluso de la verdadera fe, como una relación con Dios Padre ‘en espíritu y verdad’, entonces intuye que aquel hombre podría ser el Mesías, y Jesús, cosa rarísima, lo confirma: ‘Soy yo, que hablo contigo’”.
Francisco pidió recordar la gracia del Bautismo, fuente del “agua viva” que da Jesús: “el agua que nos da la vida eterna brotó sobre nuestro corazón el día de nuestro Bautismo. De esa manera, Dios nos transformó y nos colmó de su gracia. Pero tal vez hemos olvidado este gran regalo, o lo hemos reducido a un mero dato biográfico”.
“Tal vez andamos a la búsqueda de ‘pozos’ cuya agua no nos saciará. Por lo tanto, este Evangelio es justo para nosotros. Jesús nos habla a nosotros como habló a aquella Samaritana. Ciertamente, ya lo conocíamos, pero quizás no habíamos mantenido un encuentro personal con Él, y no lo habíamos reconocido como a nuestro Salvador”.+
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