Francisco llamó a los ucranios a ser “firmes en la fe”

Buenos Aires (AICA): El papa Francisco visitó este domingo 28 de enero a la comunidad greco católica ucraniana en la basílica de Santa Sofía, en la periferia romana. En su discurso, destacó la valentía de las mujeres ucranianas, pidió “que callen las armas en Ucrania” y reveló que todos sus días inician y terminan “en ucranio”.
En su visita a la basílica de Santa Sofía, en la periferia romana, el papa Francisco mantuvo este domingo un encuentro con la comunidad greco católica ucraniana.

Treinta y cuatro años pasaron desde la última visita de un Pontífice a la basílica, llevada a cabo en 1984 por San Juan Pablo II. En esta ocasión, Francisco fue recibido por una numerosa comunidad, encabezada por un grupo de niños que aguardaban su llegada con flores.

Tras las palabras de Su Beatitud Svjatoslav Ševčuk, el Papa inició su discurso expresando, ante todo, su alegría por este encuentro, agradeciéndoles nuevamente por el recibimiento y también por la fidelidad que siempre manifestaron “a Dios y al Sucesor de Pedro”, la que consideró que no pocas veces “fue pagada a caro precio”.

Francisco hizo memoria agradecida de tres figuras: la del cardenal Slipyj, que construyó la basílica para que “esplendiese como un signo profético de libertad en los años en que se impedía el acceso a muchos lugares de culto” y que con los sufrimientos padecidos y ofrecidos al Señor, “ayudó a construir otro templo aún más grande y más bello: el edificio de piedras vivas que ustedes son” expresó Francisco.

En segundo lugar mencionó al obispo Chmil, cuyos restos descansan en la basílica y a cuya tumba el Sucesor de Pedro rindió luego homenaje. “Una persona que me hizo tanto bien”, afirmó, y recordó cuando de joven, siendo monaguillo tres veces por semana, aprendiera de él el servicio en la misa, la belleza de su liturgia, de sus historias, y el testimonio vivo de cuánto la fe haya sido afectada y forjada en medio de las terribles persecuciones ateas del siglo pasado.

La tercera persona que el Pontífice trajo a la memoria fue el cardenal Husar, quien no sólo fue “padre y líder de su Iglesia”, sino también “guía y hermano mayor de muchos”. Muchos conservarán para siempre el afecto, la gentileza, la presencia vigilante y orante hasta el final, afirmó.

“La Iglesia es encuentro. Es el lugar donde sanar la soledad, donde vencer la tentación de aislarse y encerrarse, de donde sacar fuerzas para superar el doblegarse sobre sí mismo”, aseguró Francisco, y recordó que “Jesús es el viviente, resucitó y está vivo, y así lo encontramos en la Iglesia, en la Liturgia, en la Palabra. Cada una de sus comunidades, entonces, sólo puede perfumar de vida”.

El Papa destacó también la caridad y la fe de las mujeres ucranianas, muchas de las cuales trabajan cuidando ancianos y niños. A ellas el Papa dirigió un pensamiento especial y agradecido, invitándolas a considerar su trabajo, “agotador y a menudo insatisfactorio”, no sólo como un oficio, sino como una misión. “Ustedes son valiosas y llevan a muchas familias italianas el anuncio de Dios de la mejor manera, cuando con su servicio cuidan a las personas a través de una presencia atenta y no invasiva”, les dijo, y las alentó a llevar el consuelo y la ternura de Dios a quienes en la vida se disponen a prepararse para el encuentro con Él.

Finalmente, el Santo Padre manifestó su profunda cercanía al pueblo de Ucrania: “Estoy aquí para decirles que estoy cerca de ustedes: cerca con el corazón, cerca con la oración, cerca cuando celebro la Eucaristía. Allí le pido al Príncipe de la Paz para que callen las armas. También le pido que ya no tengan necesidad de realizar sacrificios enormes para mantener a sus seres queridos. Rezo para que la esperanza nunca se extinga en los corazones de cada uno, sino para que se renueve el coraje de ir hacia adelante, de recomenzar siempre”.

“Quisiera también decirles un secreto. En la noche antes de dormir y a la mañana cuando me levanto, siempre me encuentro con los ucranianos. ¿Y por qué? Porque cuando vuestro arzobispo mayor vino a la Argentina, yo pensaba que era el monaguillo, pero ¡era el arzobispo! Hizo un buen trabajo en Argentina. Nos encontrábamos a menudo. Una vez fue al Sínodo, vino a despedirse y me regaló un ícono bellísimo de la Virgen de la Ternura. En Buenos aires, la llevé a mi habitación y la saludaba cada mañana y noche. Luego tocó a mí venir a Roma, y no poder regresar. Entonces me hice traer el breviario y las cosas esenciales, entre ellas, la Virgen de la Ternura. Cada noche antes de ir a la cama beso a la Virgen de la Ternura y también a la mañana. Así se puede decir que inicio la mañana y la termino, en ucranio”, reveló.

“Gracias por su perseverancia en la fe. Sean firmes en la fe, y custodien la fe recibida de vuestros antepasados, y transmítanla a los hijos. Es el don más bello que un pueblo puede dar a los hijos: la fe recibida”, concluyó.+

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