“Una, santa, católica y apostólica”

San Francisco (Córdoba) (AICA): El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, continuó con sus reflexiones sobre el Credo. Con el título “Una, santa, católica y apostólica”, se refirió a la fe en la Iglesia.

El obispo de San Francisco, monseñor Sergio Osvaldo Buenanueva, reflexionó esta semana, en su columna en el periódico “La Voz de San Justo”, sobre la fe en la Iglesia. Retomando el tema tratado el domingo anterior, afirmó que “no creemos en la Iglesia de la misma manera en que creemos en Dios”.

Sin embargo, advirtió el obispo, “para reconocer la Iglesia como obra de Dios, sí se requieren los ojos de la fe. Solo así se puede percibir, en la siempre imperfecta realidad humana, el misterio del Pueblo de Dios”.

“Según la tradición de la Iglesia, cuatro son las notas de la Iglesia de Cristo: una, santa, católica y apostólica. El Credo niceno solo menciona la santidad y la catolicidad. Vale la pena explicarlas”, afirmó.

Al hablar de “notas”, el obispo explicó que esta palabra castellana deriva de un verbo latino que significa “conocer”, y detalló que “con esta expresión queremos indicar algunas características fundamentales que connotan a la Iglesia y que nos permiten reconocerla como obra de Cristo. A través de estas notas, la Iglesia da a conocer su identidad más profunda”.

Monseñor Buenanueva se refirió también a la unidad de la Iglesia, que “no es fría y mortificante uniformidad”, sino que “es la unidad del Padre, el Hijo y el Espíritu: un solo Dios en tres Personas”. Unidad y diversidad, aclaró, “no se excluyen, sino que se potencian mutuamente. Esa es la unidad a la que está llamada la Iglesia”.

Esta unidad, detalló, “tiene expresiones visibles: los bautizados profesamos la misma fe y celebramos los mismos sacramentos bajo la guía de los pastores. Hoy, además, esta llamada a la unidad tiene la forma del ecumenismo que es el movimiento suscitado por el Espíritu Santo para que, todos los discípulos de Cristo, separados a lo largo de la historia, nos reunamos en una unidad que reconcilie nuestras diferencias”.

En segundo lugar, la Iglesia es santa, como lo explica la reflexión del domingo pasado. En este punto, monseñor Buenanueva añadió un punto: “Escribo estas líneas desde Villa Cura Brochero. Aquí se siente el perfume de la santidad de este cura cordobés, serrano entre los serranos, apóstol y ciudadano ejemplar.
Vivió a fondo el amor de Cristo. Ese es el rostro de la santidad cristiana a la que estamos llamados todos en la Iglesia, santa pero que abraza a sus hijos e hijas pecadores. Los santos – canonizados o no – muestran el mejor rostro de la Iglesia”, ejemplificó.

“La Iglesia es católica”, continuó el prelado. “Es verdad que ‘católica’ quiere decir: universal”, reconoció. Sin embargo, “a mí me gusta más la traducción literal de la palabra: ‘según la totalidad’. Está en la raíz de nuestra palabra ‘catolicidad’”, afirmó, y consideró que “aunque la comunidad cristiana sea muy pequeña, débil o incluso sea perseguida, esa Iglesia es católica porque en ella Cristo resucitado está presente y ofrece a todos los hombres y pueblos la totalidad de la salvación: su Palabra, sus sacramentos, especialmente la Eucaristía, la santidad que transforma la vida.”

Finalmente, “la Iglesia es apostólica”, expuso el prelado. Esta cuarta ‘nota’ indica, según el obispo, tres cosas: en primer lugar, “que la Iglesia está fundada sobre el testimonio de los apóstoles (los Doce que eligió Jesús y la primera generación cristiana)”; en segundo lugar, “que la Iglesia no tiene otro Evangelio para predicar al mundo que el que recibió de los apóstoles”; y por último, “que los obispos, presbíteros y diáconos, presididos por el obispo de Roma, continúan el ministerio de los apóstoles velando para que la comunidad cristiana se mantenga fiel al Evangelio, viviendo con alegría su esencial naturaleza misionera”.

Como conclusión, monseñor Buenanueva compartió con los fieles un testimonio personal: “Siento la Iglesia como mi lugar en el mundo. De ella he recibido el Evangelio. Ella ha puesto en mis labios y en mi corazón los nombres de Jesús y María. Ella me regala, cada día, la Eucaristía. Todo esto es cierto. Tanto como que he aprendido a comprender que, para otros, esta experiencia resulta lejana, difícil o contradictoria. He aprendido también que solo Dios conoce los corazones y que mira a todos con infinito amor. Y que la Iglesia es, en medio del mundo, una semilla que lleva en su pequeñez la potencia del Reino de Dios que está llegando”, aseguró.+

» Texto completo de la reflexión

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