"La presencia de Cristo -comentó el prelado- muchas veces incomoda, cuestiona, purifica. La presencia del Señor -que nunca lo podemos acomodar a nuestros conceptos, a nuestros criterios, a nuestros caprichos o modalidades- nos hace pensar en aquellas cosas que son verdad; pensar y discernir en un verdadero juicio crítico: ¿qué cosa tiene verdad y qué cosa no la tiene?, ¿qué cosa tiene hipocresía?, ¿qué cosa es injusta?
"Siempre la presencia de Cristo en nosotros es un elemento que nos lleva, nos moviliza, nos cuestiona, nos ilumina, nos poda; una presencia que nunca nos conforma, pero ciertamente somos nosotros los peregrinos en lo absoluto que es Dios. Lo buscamos permanentemente y nadie puede decir que ya tiene todo consigo. Viene bien la frase de San Agustín dices que tienes a Dios y no lo buscas, búscalo porque no lo tienes; dices que no lo tienes y lo estás buscando, búscalo porque ya lo has encontrado.
"Siempre -prosiguió el obispo- el dinamismo es movimiento hacia arriba y hacia nuestra interioridad, hacia lo más profundo de nuestro ser. Hacia aquél que no repite, que es original, que nos enseña, que habla con autoridad -una autoridad no impuesta- que con su enseñanza, con su criterio, con su Palabra, también cura, también sana".
Monseñor Frassia concluyó: "¡Cuántas enfermedades existen hoy en nuestra sociedad, en nuestra vida personal, en nuestra familia, en la política, en la Iglesia! Todos tenemos que pasar por el crisol de la prueba y la purificación. Pidamos al Señor tener buen criterio para analizar, para pensar. También es importante el discernimiento: ¿qué cosa tiene verdad?, ¿qué cosa en nuestra vida no tiene verdad?+
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