P. Luis Zazano: “Lo digital ha salvado la cercanía de la Iglesia”
Perteneciente al clero de la arquidiócesis de Tucumán, junto con el párroco de su comunidad, atienden 23 capillas en el sur de la capital tucumana. Luego de que sus audios del Evangelio de vuelvan virales, el presbítero fundó la comunidad Misioneros Digitales Católicos, formada por laicos de varios países, en donde se difunde material de espiritualidad y formación cristiana.
En tiempos de cuarentena, cuando la evangelización virtual se convirtió en la fuente principal para alimentar la fe, brindó una entrevista a la revista Iglesia Millennial sobre su historia en el mundo digital y su visión acerca de cómo comunicar a Dios por los nuevos medios.
—¿Cómo empezó tu misión digital?
—En mi primer año como sacerdote tenía a cargo un grupo de chicos llamado Apóstoles de Lourdes y todos los días les daba una meditación del Evangelio. Luego me trasladaron a otra parroquia y por la distancia no podía ir a visitarlos, pero ellos querían que continuara acompañando al grupo. Así que se me ocurrió enviarles un audio todos los días para acompañarlos con una meditación del Evangelio, mientras se preparaban para salir de su casa o para escuchar en el camino. “Los chicos comenzaron a compartir los audios con unos y otros, y cuando me quise dar cuenta, se habían viralizado por todos lados”. El chofer del colectivo que me llevaba a una de las capillas un día me dijo: “¡Muy buena la prédica cura, te felicito!” Así comencé, como el Chavo del 8, “fue sin querer queriendo”.
—¿Te llegó algún testimonio concreto de esta repercusión?
—Me di cuenta de que esta Palabra de Dios estaba en todos lados cuando me llegó un mensaje de una persona de los Estados Unidos. Los mensajes se fueron compartiendo de celular a celular y eso me hizo tomar la decisión de armar algo más esquemático, más institucional y ahí es que fundé Misioneros Digitales Católicos (MDC). Vi la viralización y por eso lo llamé Misioneros Digitales, porque ya no es llevar la Palabra de Dios casa por casa, sino salir con la Palabra de Dios celular por celular.
—¿Cómo está organizado MDC?
—Es una asociación sin fines de lucro que tiene un encargado, un director y yo estoy como fundador y acompañante. Hay un montón de voluntarios que colaboran y eso me encanta porque me interesa que el laico se comprometa, porque esto no es una cuestión clerical. Estoy convencido de que a la Iglesia en este siglo la llevan los laicos, así como en la Edad Media los religiosos fueron lo novedoso, en este siglo son los laicos.
El subdirector está en los Estados Unidos, la encargada de finanzas en Guatemala, la encargada de Watsap está en Paraguay, el encargado de Facebook en Colombia y el encargado de Europa, en España. Somos de distintos lugares y eso es lindo, que uno pueda ir viviendo la experiencia de Dios en el mundo, cómo la gente lo busca y creo que por eso le dimos un tinte universal y esquemático. Tenemos una página web y la gente puede bajar desde allí el material. No nos quedamos con los audios del Evangelio, sino que MDC tiene mucho de formación: tenemos un convenio con la Universidad Fasta y ahora hay cursos a distancia y capacitaciones, como el de liturgia o de resiliencia.
—¿Tu vida como sacerdote cambió a partir de esta misión?
—Sí, me marcó muchísimo porque no lo entendía. Cuando comencé con los audios, tenía un año y medio de sacerdote y 27 años. En ese entonces el obispo estaba con miedo porque eran como 2 millones de personas de distintas partes del mundo que me escuchaban todos los días.
Esta situación me causó mucho sufrimiento porque no sabía cómo llevarlo adelante y llega un momento que te da miedo saber que te escucha tanta gente y luego te dicen: “Padre, lo escuchamos de tal parroquia y le manda saludos el grupo de jóvenes, que lo quiere conocer”. A veces te ponen en una situación como que sos el Mick Jagger de la fe y decís, “No, pará… no soy eso que estás creyendo. Soy un tipo que la está luchando y que busca la presencia de Dios en su vida todos los días y que le cuesta”. Esto puede hacer una diferencia entre la misión cara a cara y la misión digital: uno no sabe a cuánta gente puede llegar haciendo un clic.
—¿Qué es lo que más te gusta de la misión digital?
—Me gusta hacer los audios porque son mi reflexión personal, me ayudan a meditar la Palabra de Dios y llegar a las personas en distintas partes del mundo. Y lo otro que más me gusta es generar pequeñas comunidades y futuros misioneros digitales. Por ejemplo, el otro día di un curso en Uruguay sobre cómo usar la digitalización, hacer que la parroquia se digitalice: que tenga una página web, redes sociales y que le puedan enseñar al cura de la parroquia cómo manejarlas. Y mirá si prevaleció esto que las comunidades parroquiales vivieron la Semana Santa de modo virtual. Y si el párroco no sabía un queso de redes sociales, estaban fritos porque tuvieron que sumarse a otra misa o a la del obispo; y si el obispado, a su vez, no tenía redes sociales y buena conexión, tampoco podrían llegar a la gente… Por eso, creo que después de esto habrá un antes y un después y se le dará a la digitalización de la Iglesia la importancia que merece.
—¿Qué es lo más importante que buscás transmitir con las meditaciones?
—Joaquín Navarro Valls, encargado de los medios de comunicación de la Santa Sede durante el pontificado del papa Juan Pablo II, decía que la información que se transmite desde la Iglesia debe ser concisa, precisa y simple. Así que he tomado este método cuando hago la meditación y trato de que no pase de los 3 minutos, porque la mente luego de los 3 minutos empieza a divagar y necesita un cambio. Lo hago puntuado, porque si te digo que voy a hablar de tres cosas, tu cabeza se prepara para esas tres cosas. Y preciso, con lenguaje simple, para que sea entendido por cada persona, para que se asuma y encarne el mensaje en lo que pasa en el mundo de hoy.
—Desde esta misión, ¿qué necesidades ves en la gente?
—Te voy a contar que cuando comenzó el período de cuarentena hice una locura: puse mi número de Wasap en mi página de Facebook. Obviamente recibí mensajes de muchísima gente, pero me sirvió para ofrecerme en lo que es el acompañamiento espiritual. La gente necesita que la escuchen, desahogarse en este tiempo de pandemia y en esta psicosis que se genera. Lo que la gente necesita es acompañamiento, una Iglesia cercana. Por eso, animo mucho a los laicos y vuelvo a insistir en esto: “Jóvenes pónganse las pilas, porque me parece que cualquier institución hoy lo puede hacer y me encantaría que un grupo o movimiento de laicos pusiera al servicio un Wasap, como laicos comprometidos, para hacer una pastoral de escucha”.
—¿Creés que el tiempo de cuarentena despertó la fe de la gente?
—Sí, mucha gente me lo manifestó. Sobre esto distingo tres grupos: el primero, las personas que por miedo buscan a Dios, que tienen miedo a morir o que les pase algo; el segundo, que por la situación de la cuarentena no tiene nada que hacer, empieza a rezar, a estudiar, a ver qué hago; y el tercero, gente curiosa, que vio una meditación o algo y está en búsqueda.
—¿Cómo viviste esta Semana Santa desde lo digital?
—La misión digital se va forjando y la gente está buscando la presencia de Dios. Muchos están muy empapados y enganchados en la comunicación digital, y esto ayudó a que la gente busque a Dios y lo encuentre. Por ejemplo, el Domingo de Ramos, ¡nunca tuve tantos feligreses en una misa! Hubo más de 13 mil personas en vivo y 132 mil reproducciones en Facebook. Vi una presencia de Dios en esta Semana Santa porque, además, al no estar la alternativa del turismo, se vivió una búsqueda de Dios con más sinceridad.
—¿Te parece que la Iglesia debería formalizar la misión digital?
—Creo que después de la situación de cuarentena va a existir un antes y un después, porque lo digital nos ha salvado la cercanía como Iglesia, y en ese sentido ha marcado muchísimo: el Papa con su salud, con la bendición Urbi et Orbi y todos los recursos digitales que se están utilizando están marcando mucho. Creo que la Iglesia formará una comisión o algún espacio para trabajar la misión digital, pero algo se fortalecerá en relación a todo esto.+
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