San Isidro honró a Mons. D’Annibale: “Un hombre con la mirada puesta en la Pascua”
Oriundo de San Isidro, monseñor D’Annibale fue párroco en muchas comunidades de la diócesis, y vicario general, antes de ser ordenado obispo. Por este motivo, la diócesis de San Isidro quiso despedirlo con una misa celebrada por sus obispos y transmitida en vivo para toda la comunidad diocesana.
Monseñor Oscar Ojea presidió la celebración, acompañado por sus obispos auxiliares, monseñor Martín Fassi y moseñor Guillermo Caride.
Monseñor Fassi fue el encargado de predicar la homilía en la que expresó: “Hace unos días celebramos Semana Santa y escuchamos de Jesús las palabras: ‘He deseado ardientemente comer esta Pascua con ustedes’. Quizás hoy podamos entender ese sentimiento de Jesús cuando ardientemente necesitamos reunirnos, estar juntos y no podemos. Cuánto hubiéramos deseado ardientemente despedirnos de Miguel Ángel, acompañarlo cuando estaba internarlo y estar presentes en su misa exequial. Pero estamos acá, y nos juntamos como podemos, porque ardientemente queremos celebrar esta pascua con Miguel”.
El obispo ilustró el sentimiento de la partida de monseñor D’Annibale con Evangelio de Lucas: “Nos sucede lo mismo que a estos primeros discípulos, tenían esa mezcla de estar aterrados, sorprendidos y llenos de miedo. Podríamos agregarle el dolor y la decepción. Pero de repente ese temor se le transformo en alegría extrema. Esta mezcla de dolor, junto con la esperanza y la alegría de la Pascua nos sorprenden en estos días, como lo sorprendió también a Miguel”.
Y aunque es Pascua, “hay dolor”, afirmó monseñor Fassi, porque “la fe no nos hace inmunes al dolor, pero el resucitado toma nuestro dolor. La fe acoge nuestro dolor en ese abrigo de Dios. Hoy lloramos a un amigo, a un buen pastor y está bueno llorar, como Jesús lloró por su amigo Lázaro, porque el llanto es como un homenaje”, aseguró, pero agregó: “También está bueno alegrarnos en la esperanza, una alegría serena que sabemos que va a ir irradiando el corazón. Porque así, como a Jesús, a nosotros nos atraviesa la muerte, pero también nos atraviesa la vida. Nos sobrepasan ambos misterios. Eso es la Pascua”.
Más adelante, describió al obispo de San Martín como un “hombre nuevo”: “Hoy celebramos la Pascua de Miguel, con las llagas y también con la esperanza. Porque tenemos un hombre nuevo en la historia de nuestras diócesis”. Luego se refirió al modo repentino de su muerte y se preguntó: “¿Era necesario? Esto mismo se preguntaron los discípulos, y Jesús les contestó: ‘¿No era necesario?’ Entonces, ¿qué era necesario? ¿qué fue lo necesario? Lo necesario fue que el amor se manifestase, y aunque podría haber sido de otra manera, fue así. Y esa humildad de la aceptación es lo que nos abre a las respuestas que no tenemos en la mano pero que esperamos recibir”.
Monseñor Fassi recordó su última conversación con monseñor D’Annibale: “Cuando internaron a Miguel, lo llamé por teléfono y le dije: ‘Justo a vos te toca estar internado en Semana Santa, con lo que te gusta celebrar y con lo que querés la liturgia’. Y él me contesto: ‘Sí, pero vos sabés muy bien que tengo la mirada puesta en la Pascua’. Ese era Miguel, un hombre con la mirada puesta en la Pascua’”.
“Su mamá nos contó que nació un viernes santo. Y como él era tan organizado, prolijo y planificaba todo, tenía que ser en la octava de Pascua. En la octava de Pascua fue ordenado obispo y en la octava de Pascua también Jesús lo llamó para que esté con Él”.
Luego se refirió a su última predicación, que fue sobre el resucitado, “seamos signos del resucitado”, y monseñor Fassi invitó a tomar esta prédica, sumada a algunos aspectos de la vida de Miguel, “que nos ayudarán a ser signos del resucitado”: “Si hay algo que todos estamos convencidos, es que Miguel era bueno. Y bueno de verdad. Lo vemos en sus gestos y en su pensamiento. Miguel siempre pensaba de una manera positiva. Su pensamiento era transparente, no podía engañar. Ese corazón y esa mente”, dijo comenzando a enumerar.
“Miguel también nos ayuda a ser testigos del resucitado con su entrega generosa, permanente y alegre. En nuestra diócesis de San Isidro no debe haber comunidad en donde no haya pasado y dejado huella. Acompañó momentos muy duros y nos enseñó muchas cosas, con mucha pedagogía. Muchos me dicen: ‘Miguel me enseñó. Miguel fue mi profesor. Miguel fue mi maestro’. También fue así sucedió en Río Gallegos y San Martín. Su entrega no la hacía a todos, sino a cada uno, de un modo muy personal”, continuó.
Este obispo también fue misionero y amante de la liturgia: “Le encantaba agarrar la camioneta y recorrer los kilómetros y kilómetros en el sur. Le ponía onda a toda situación. Era un tano bueno, laburador y amante de la familia. Miguel encontró en la liturgia esa capacidad de reunir, de convocar, de celebrar, de dar gracias, con una capacidad pastoral para la liturgia admirable de la cual muchísimos curas hemos aprendido”, aseguró monseñor Fassi.
Al concluir, el obispo auxiliar de San Isidro, recordando la prédica del obispo emérito de la diócesis, monseñor Casaretto, dijo: “Miguel fue un santo de la puerta de al lado, su santidad fue cotidiana, por eso le podemos rezar hoy. Le damos gracias a Jesús. Y le pedimos a Miguel que como él nos precedió en esta caravana hacia la vida, nos vaya mostrando el camino”.+
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