Señaló, además, una doble ejemplaridad de los votos perpetuos. “La primera es una ejemplaridad de verdad y belleza acerca de la condición corporal y espiritual del hombre, un alarde atrevido y venturoso, incomprendido por la mayoría, que llama a los jóvenes cristianos -varones y mujeres- a la castidad. Este signo se destaca como insólito, y debe ser conocido, ilustrado, proclamado, en esta sociedad en la que se promueve frívolamente la pérdida, cada vez más precoz, de la pureza en los niños y adolescentes. No resulta exagerado afirmar que la cultura oficial pervierte las almas, destruye las familias, y abandona a varones y mujeres a la tiranía del placer fugaz, que desplaza cuando no anula el auténtico amor".
En relación a esto, el prelado agregó que “la consagración virginal es un signo profético para los novios y matrimonios cristianos, para el casto matrimonio, cuyo bien primero son los hijos. Ya no se nos ocurre hablar así, como lo hacía Pío XI, en 1930; nadie nos entendería ahora que al parecer solo existen las parejas, que pueden ser muy desparejas también”.
Monseñor Aguer señaló que una consagración como la de Rebeca (nombre de bautismo de la nueva hermana profesa) puede ser un signo providencial para que un muchacho o una chica cristianos se decidan a ser “verdadera y espiritualmente fecundos ofreciendo al Señor su virginidad, pero también para que descubran la vocación al sacramento del matrimonio”.
Soledad y vida comunitaria
Sobre la doble ejemplaridad de los votos perpetuos que llama a los jóvenes cristianos a la castidad, explicó que “el segundo valor ejemplar es la soledad, la reclusión en este espacio bien delimitado en el que puede y debe desarrollarse una intensa y profundísima vida comunitaria, y por supuesto una comunión de amor con la Iglesia universal y con el mundo entero. Monja viene del griego monajé, que vale lo mismo que mónos: solo, único, simple. Al hombre y a la mujer de hoy les cuesta estar consigo mismo y por eso les resulta de gran dificultad sostener en el tiempo una convivencia plenamente humana, normal y placentera”.
Recordó, en tal sentido, que "la Madre Teresa de Jesús, para implantar su reforma debió convencer a varias comunidades que no sería dedicación a Dios estar yendo y viniendo a visitar a los parientes, o recibiendo sus visitas y regalos, como si continuaran con la vida social que llevaban afuera. Dice: No sabría yo qué dejamos del mundo las que decimos que todo lo dejamos por Dios, si no dejamos lo principal que son a los parientes. Así es, Rebeca, a muchos les hará pensar el hecho de que te encierres aquí para siempre. Seguramente tu familia te acompañará y te estará siempre cercana".
Concluyó diciendo: "Querida hija: hasta ahora te he llamado con el nombre bíblico que te impusieron en el bautismo. Pero tendré que aprender a llamarte María Josefina del Corazón de Jesús, que remite tu identidad a Jesús, María y José. En realidad no se opone al anterior, porque el Antiguo Testamento conduce al Nuevo, Rebeca a María, y tu consagración es consecuencia y culminación de tu bautismo. En el Apocalipsis, Cristo glorioso dice del vencedor: sobre él escribiré el nombre de mi Dios y también mi nombre nuevo; dice asimismo: le daré una piedra blanca, en la que está escrito un nombre nuevo que nadie conoce fuera de aquel que lo recibe. Se expresa de esta manera la participación en la victoria de Cristo. Que vivas siempre de esa victoria, hasta el cielo. Y que la Inmaculada te cuide, te inspire, te comunique la alegría que ella cantó en su Magnificat".+
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