Este domingo el prelado se refirió al Evangelio del segundo domingo de Cuaresma, en el que San Marcos relata el episodio de la Transfiguración del Señor.
“En la Transfiguración -explicó monseñor Frassia- una vez más Jesús, Cristo, el Mesías, el Ungido, el Enviado, tiene una referencia muy grande del Antiguo Testamento donde aparecen Moisés y Elías. Moisés que nos lleva al cumplimiento de los Mandamientos y Elías al profeta, aquel que nos anuncia el poder de Dios frente a los falsos dioses. Ellos vienen como a conformarlo, a confirmarlo, a acompañarlo y ser testigos de lo que va a ocurrir.
“La presencia de Dios -continuó- provoca lucidez, claridad. El texto nos dice que estaban todos blanqueados, resplandecientes, ‘como nadie en el mundo podría blanquear’, y luego aparece la voz que indica a quien hay que seguir: ‘este es mi Hijo muy amado, escúchenlo’. Esto es muy importante porque marca con precisión la presencia de Cristo. ¡A éste tenemos que seguir! ¡A este tenemos que escuchar! ¡A este tenemos que servir!”
“Muchas personas en la Iglesia y también en el mundo -prosiguió el prelado-, andan errantes, como divagando, como a tientas entre luces y sombras, entre aciertos y desaciertos, entre verdades y mentiras. Como no se tiene claridad en el fin, se debilitan los medios. Es así que los medios están poco presentes en la vida de uno que tiene que tener claridad en el fin.
“Estoy convencido de que muchos se han debilitado en la entrega y seguimiento de la Iglesia, porque han debilitado la fe en Jesucristo. Como Cristo ya no interesa más, como Cristo ya no entusiasma más, como Cristo ya no dice nada más, se buscan compensaciones, a las que disfrazan de razonabilidad y no es así.
“Que en esta Cuaresma volvamos a escuchar la voz del Padre: “¡este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puesta mi predilección, escúchenlo!”; que nosotros -que queremos vivir la Resurrección- también pasemos por la experiencia del sacrificio”, concluyó monseñor Frassia.+
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