Ratifican argumentos a favor de la vida por nacer

Buenos Aires (AICA): “La vida es un don” fue un panel que reunió el martes 6 de marzo en el auditorio de Schoenstatt, Riobamba 1050, al arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín; al doctor Jorge Correa Morales, médico ginecólogo, y al abogado Horacio Morel, del área educativa de la Obra del padre Mario Pantaleo. Hay que salvar la vida del embrión, pero al hacerlo a la que primero se trata de salvar es a la mujer misma, dijo Correa Morales. El arzobispo recordó las razones que dio el presidente de Uruguay Tabaré Vázquez, médico, no católico, para vetar una ley de aborto.
“La vida es un don” fue un panel que reunió el martes 6 de marzo en el auditorio de Schoenstatt, Riobamba 1050, al arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martín; al doctor Jorge Correa Morales, médico ginecólogo, y al abogado Horacio Morel, del área educativa de la Obra del padre Mario Pantaleo.

"Gracias a la vida”, de Violeta Parra, cantó al iniciarse el acto Marisa Waimann, cantante que señaló que ella nació en 1965, al igual que quien la acompañaba en la guitarra. Ese mismo año Violeta dio a luz esa canción, que dice “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”. No mucho tiempo después, en febrero de 1967, se quitó la vida. Waimann reflexionó sobre el tránsito por esta vida, que es maravilloso y muchas veces difícil, y pensó que Violeta quizá no encontró quien la acompañara cuando lo necesitaba.

El abogado Morel, que hizo de moderador, analizó el proyecto de ley que 71 legisladores presentaron ese día en el Congreso para despenalizar el aborto.

El médico Correa Morales señaló que el aborto no es primariamente una cuestión de legislación o de salud pública, sino de antropología, del valor de la mujer y el varón en sí mismos.

Se preguntó qué concepción de la vida tenemos y observó que cuidar el corazón que late en un embrión a los 23 días no significa que yo cuide cotidianamente la vida de cada corazón que me rodea: debemos cuidar los latidos del corazón de todas las personas. Estar a favor de la vida exige esa coherencia: no descartar a nadie, no matar con la indiferencia, no descuartizar con una mirada, jugarse por la esperanza, el futuro que nos espera y que no sabemos qué posibilidades abrirá, a las personas por nacer y a las personas ya nacidas.

Comentó cómo actuaría él si en un accidente en la calle encontrara a una persona aparentemente sin señales de vida: procuraría masajear el corazón, hacerle respiración boca a boca, por más que pareciera infructuoso. Y se preguntó: ¿Por qué darle el beneficio de la duda a un cadáver y no al embrión que está en la panza?

Hay que salvar la vida del embrión, pero al hacerlo a la que primero se trata de salvar es a la mujer misma, dijo. Señaló la hondura con que la mujer vive el instinto de madre que la naturaleza le regaló. Y contó que en su consultorio ha visto a mujeres de 80 años que han tenido abortos y que al contarlo terminan llorando. Cuestionó la presión social y familiar que deja en soledad a la mujer, sin el afecto que creía que tenía, y la lleva a aceptar algo que contraría a su naturaleza. Y añadió que él procura aconsejarle, para evitar ese trance: “Esto vos te lo podés sacar del cuerpo pero nunca te lo vas a poder sacar del corazón”. Al respecto, se refirió al proyecto Raquel, iniciativa para reconciliar consigo mismas a mujeres que han abortado.

El arzobispo Martín a su vez habló de la misericordia y de comprensión del drama que vive una mujer. El aborto siempre es un drama, no es algo alegre. Citando a monseñor Luiggi Giussani, animó a mirar la totalidad y tratar de entender la cuota de verdad que puede haber en el otro. La caridad más difícil es perdonarme a mí mismo, dijo al comentar la experiencia sacerdotal en estos y otros temas en que el odio al pecado no debe llevar al odio al pecador.

Expuso que los preceptos de la ley natural son asequibles pero no son de fácil conocimiento para todos. La gracia de la fe, el encuentro con Cristo, ayudan a una verdadera inteligencia de la realidad, dijo, mencionando al papa Benedicto XVI. Animó a los cristianos a “dar razones de nuestra esperanza”, de esta humanidad que se ha plenificado en el encuentro con Cristo.

Recordó al respecto la carta a Diogneto, de finales del siglo II. Ella dice que “los cristianos no se distinguen de los demás hombres, ni por el lugar en que viven, ni por su lenguaje, ni por sus costumbres. Ellos, en efecto, no tienen ciudades propias, ni utilizan un hablar insólito, ni llevan un género de vida distinto… Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble… Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos”.

Indicó que los cristianos mostraban una humanidad distinta, que admiraba a quienes los rodeaban, y no se deshacían de los hijos. Al respecto recordó que en Esparta tiraban al vacío a los hijos defectuosos y en Roma el pater familias detentaba un poder de vida y muerte sobre su prole.

Mencionó las quince razones que el presidente del Uruguay Tabaré Vázquez, médico, no católico, expuso al vetar la ley de aborto sancionada en su país, entre ellas la del ADN que es igual en la gestación que a los 90 años y que el grado de civilización de una sociedad se mide por la protección a los más débiles. La gran tentación es eliminar el problema eliminando un factor, dijo monseñor Martín. Pero ello no resuelve el problema y no cancela el drama. La ley no va a eliminar el drama de la mujer que aborta.

El arzobispo dijo que estamos educados para amar la verdad y marcó distintas falacias que se repiten. Preguntó qué razonabilidad tiene marcar un límite de 14 semanas del embrión para realizar un aborto y qué diferencia tiene con 14 semanas y un minuto.

Luego hubo un intercambio de opiniones y preguntas entre el centenar de personas, en su mayoría jóvenes, que llenó el auditorio. Entre otros, el doctor Alberto Riva Posse, psiquiatra, recordó que la Academia Nacional de Medicina, de la que es miembro de número, dio varias declaraciones en el sentido de que el aborto implica quitar la vida a un ser humano. También se mencionó la labor de entidades como Grávida, que buscan sostener a las mujeres que se encuentran en el dilema de abortar, y que están saturadas de pedidos de ayuda.+

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