“Los judíos y los musulmanes -agregó- brindan con nosotros en Nochebuena, y nosotros nos alegramos en sus festividades religiosas. También los no creyentes sienten que el árbol de Navidad, con sus luces y regalos, es un signo de la alegría universal, patrimonio de todos”.
“El Cardenal nos recuerda -prosigue el artículo del padre Pérez del Viso- que ‘sínodo’ significa “hacer juntos el camino”. Los creyentes somos atraídos por Dios por caminos diferentes, según las culturas y las tradiciones donde nacimos. Solíamos mirar como adversarios y enemigos a los de otra religión. Aún hoy, la religión del Islam es considerada en muchos países como un caldo de cultivo de terroristas. La Navidad es una ocasión para recordar que todos los creyentes caminamos juntos, como miembros de la familia humana, la única familia de Dios.
“La mejor imagen que identifica al Sínodo, dice el Cardenal, es la actitud de escucha, que la comunidad religiosa escuche a sus hijos, antes de pensar en impartir directivas. ‘Para lograrlo, nos dedicaremos tiempos y espacios de diálogo’, de modo que todos ‘podamos escucharnos y entendernos’. Los espacios de diálogo no aparecen por generación espontánea. Debemos crearlos. Vivimos corriendo las 24 horas, entre el trabajo y la casa, pero en Navidad descubrimos la alegría de la hora 25. De una cultura de la polémica, manifestada en la vida política, deseamos pasar a una cultura del diálogo.
“Entre las muchas actitudes propias del Sínodo, el Cardenal señala la ‘constante sensibilidad para los enfermos y los pobres’. En el peregrinar de esta vida, nuestro avanzar es desparejo. Por un lado va el más sano y más rico, cargado de bultos; por otro, el más pobre y enfermo, sin nada para el camino. San Agustín observa que, en esas condiciones, ninguno de los dos llegará a la meta. Por eso dice que si el rico le ofrece uno de sus bultos al pobre, ambos podrán llegar a la Tierra prometida con la alegría de acompañarse mutuamente. En muchas iglesias se ofrece en Navidad una comida a personas de la calle, para relanzar el espíritu de una Navidad permanente.
“El papa Francisco, entre tantas preocupaciones universales, se hizo un espacio el día que cumplió 80, una semana antes de Navidad, desayunó con ocho personas sin techo. Y les regaló alfajores argentinos.
“En síntesis, recordemos estos tres signos que caracterizan al Sínodo: caminar juntos, dialogar con todos y compartir nuestros bienes. Sin olvidar los alfajores”.+
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