El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Poli, presidió el jueves 26, a las 19, una misa de cuerpo presente en la parroquia San Ildefonso, Guise 1941, donde el padre Balsa fue párroco durante 34 años, entre 1978 y 2012 Concelebraron esa misa los obispos auxiliares Enrique Eguía Seguí Alejandro Giorgi, y varios sacerdotes.
El viernes 27, a las 9, el obispo auxiliar y vicario de la zona Centro, monseñor José María Baliña, presidió allí una misa concelebrada con el arzobispo emérito de Rosario, monseñor José Luis Mollaghan, y once sacerdotes. Luego se realizó el entierro en el panteón de la Asociación Eclesiástica de San Pedro, en el cementerio de la Recoleta.
Al concluir la misa que presidió, el cardenal Poli dio gracias por el servicio sacrificado del padre Balsa y señaló que como dice la Escritura, a los que mueren en el Señor sus obras los acompañan.
Dijo que el día anterior había celebrado la misa en una iglesia dedicada a San Pablo, la ciudad de Salto, provincia de Buenos Aires, y al terminar dos señoras se acercaron a preguntarle: “¿Cómo está el padre Balsa?. Estamos rezando por él”. El cardenal les preguntó de dónde lo conocían y le contestaron: “De la televisión”.
El arzobispo recordó que el papa Francisco habla de una Iglesia en salida y el padre Balsa entendió eso hace mucho: se metía en millones de hogares para llevarles el Evangelio. Y señaló que llegaba a los ancianos, a los enfermos en los hospitales, a quienes estaban en las cárceles.
Evocó los humildes comienzos del Centro Televisivo Arquidiocesano, que fue para el padre Alberto “su proyecto y su pasión”, y deseó que siga creciendo. El cardenal Poli recordó que cuando era seminarista y llegaba del seminario a ver a su madre anciana, el comentario que ella le hacía era lo que había comentado el padre Balsa en la televisión.
Recordó que él también había escuchado con atención las charlas que daba en el seminario. “Hoy me toca a mí hacer la acción de gracias por la vida del sacerdote que despedimos”. Dijo que nos vamos a llevar muchas sorpresas en el cielo al conocer los sacrificios ocultos de la vida de un sacerdote y de muchos hermanos cristianos. Pidió al Señor que tenga en cuenta esos sacrificios y que abra para el padre Balsa las puertas del Paraíso. “Demos gracias a Dios por este bueno sacerdote”, concluyó y los presentes prorrumpieron en un sostenido aplauso.
Antes, en la homilía, el párroco actual de San Ildefonso, presbítero Carlos White, señaló que esa parroquia fue para el padre Alberto su casa, en la que pasó “toda una vida”. El templo estaba lleno, con muchos fieles de pie. Incluso se acercaron a la misa muchas personas que ya no viven en el vecindario pero se reencontraron allí después de años para honrar al sacerdote que trataron como párroco. Y en el fondo del templo estaba también el párroco de la catedral armenia católica, padre Pablo Hakimián, que tuvo estrecha relación por la proximidad de esa comunidad, ubicada en la calle Charcas, con la parroquia San Ildefonso.
El presbítero White señaló que cuando se fue el padre Balsa (que hace cinco años pasó a residir en la Casa del Clero) muchos de sus libros quedaron: eran la expresión de un sacerdote formado en el espíritu de Pablo VI, del Concilio Vaticano II, con su apertura al mundo, su renovación litúrgica. Dijo que mostró con su personalidad, con su carácter, un ejemplo de vida sacerdotal muy fuerte, un ejemplo no sólo para los curas sino para toda la comunidad. Pidió dar gracias por todo lo recibido de él. Rogó que “Jesús lo reciba y que Alberto siga intercediendo por nosotros”. A los fieles deseó que “Jesús los conforte en la esperanza y que como comunidad cristiana sigamos creciendo”.
Al día siguiente, monseñor Baliña destacó su servicio sacerdotal a través de las dificultades a lo largo de los años y se refirió a los frutos que darán las semillas que sembró, la difusión de la Palabra de Dios “que es viva y eficaz”.
Llevó las ofrendas el ex secretario de Culto de la Nación Norberto Padilla. Al final, dio un responso el presbítero Francisco Caggia, y se cantó la Salve en latín. Una corona de flores rojas y blancas ponía: “Sus hermanos José María, María del Carmen, Juan, Patricia y sus sobrinos”. Entre los sacerdotes se hallaba el párroco de otra parroquia vecina, Nuestra Señora de Guadalupe, el sacerdote verbita Osvaldo Gloverdans SVD.
En la misa del jueves se hallaban varios colaboradores de la obra del padre Balsa en las transmisiones televisivas. Entre ellos, Gloria Batalla, quien recordó que el padre Alberto les decía que debían prepararse haciendo oración para leer las lecturas y hacer de guías en la celebración de la misa por televisión. Y que decía “Salimos a misionar” cuando se encendía la lucecita colorada que indicaba que salían al aire. Y alguna vez le comentó: “Yo la homilía la preparo de rodillas”. (Jorge Rouillon)
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