Francisco: Debemos “reconocer y servir al Señor” en los migrantes y refugiados
En la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre se dirigió a los presentes, a quienes agradeció “por sus esfuerzos en los últimos años a favor de tantos hermanos y hermanas migrantes y refugiados que llaman a las puertas de Europa en busca de un lugar más seguro y una vida más digna”.
“Frente a los flujos migratorios masivos, complejos y variados, que han puesto en crisis las políticas migratorias adoptadas hasta ahora y los medios de protección sancionados por los convenios internacionales, la Iglesia tiene la intención de permanecer fiel a su misión: la de ‘amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados; entre estos, están ciertamente los emigrantes y los refugiados’”, recordó Francisco.
El Papa aseguró que “el amor maternal de la Iglesia para estos hermanos y hermanas pide manifestarse concretamente en todas las fases de la experiencia migratoria”, de manera que “todos los órganos de las iglesias locales situados a lo largo de la ruta sean protagonistas de la única misión”. Reconocer y servir al Señor en estos miembros de su "pueblo en el camino", destacó el Pontífice, “es una responsabilidad compartida por todas las Iglesias particulares en la profusión de un esfuerzo constante, coordinado y eficaz”.
El Papa manifestó también su preocupación “por los signos de intolerancia, discriminación y xenofobia que existen en diferentes regiones de Europa”, motivados a menudo “por la desconfianza y el miedo hacia el otro, al diferente, al extranjero”, y lamentó sobre todo constatar “que nuestras comunidades católicas en Europa no están exentas de estas reacciones defensivas y de rechazo, justificadas por un no especificado ‘deber moral’ de preservar la identidad cultural y religiosa original”.
Francisco recordó a su vez que “la Iglesia se ha extendido a todos los continentes gracias a la ‘migración’ de los misioneros que estaban convencidos de la universalidad del mensaje de salvación de Jesucristo, destinado a los hombres y mujeres de todas las culturas”.
En la historia de la Iglesia, reconoció el obispo de Roma, “no han faltado tentaciones de exclusivismo y atrincheramiento cultural, pero el Espíritu Santo siempre nos ha ayudado a superarlas, asegurando una apertura constante hacia el otro, considerada como una verdadera oportunidad de crecimiento y enriquecimiento”, y nos ayuda también hoy “a mantener una actitud de apertura confiada, que nos permite superar cualquier barrera, saltar por encima de cualquier muro”.
Francisco advirtió también un profundo malestar en las Iglesias particulares de Europa ante la llegada de inmigrantes y refugiados, malestar que, explicó, “debe ser reconocido y entendido a la luz de un momento histórico marcado por la crisis económica, que ha dejado heridas profundas”, agravado también “por la cantidad y la composición de los flujos migratorios, por una falta sustancial de preparación de las sociedades de acogida y de políticas nacionales y comunitarias a menudo inadecuadas”.
Por otra parte, reconoció que “en los últimos años, muchas Iglesias locales en Europa se han enriquecido con la presencia de inmigrantes católicos, que han traído sus devociones y su entusiasmo litúrgico y apostólico”.
“Los flujos migratorios contemporáneos constituyen una nueva ‘frontera’ misionera, una ocasión privilegiada para anunciar a Jesucristo y su Evangelio sin moverse del propio ambiente, de dar un testimonio concreto de la fe cristiana en la caridad y en el profundo respeto por otras expresiones religiosas. El encuentro con los migrantes y refugiados de otras confesiones y religiones es un terreno fértil para el desarrollo de un diálogo ecuménico e interreligioso sincero y enriquecedor”, añadió.+
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