Para Francisco, esta parábola invita a “un salto de nivel”. “El mensaje es éste: en el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte; y para todos, al final, habrá la recompensa que viene de la justicia divina, ¡no humana, por suerte para nosotros!”, afirmó.
“Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por los ‘planes’ y ‘caminos’ de Dios”, expresó el Papa.
Finalmente, aseguró que Jesús “quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, comprometida, salvada del vacío y de la inercia”. “Dios que no excluye a nadie y quiere que cada uno alcance su plenitud”, concluyó.
Texto completo de las palabras del Papa antes del rezo del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas
En la página evangélica de hoy (cfr Mt 20,1-26) encontramos la parábola de los trabajadores llamados para la jornada, que Jesús cuenta para comunicar dos aspectos del Reino de Dios: el primero, que Dios quiere llamar a todos a trabajar para su Reino; el segundo, que al final quiere dar a todos la misma recompensa, es decir la salvación, la vida eterna.
El dueño de una viña, que representa a Dios, sale de madrugada y contrata a un grupo de trabajadores, concordando con ellos el salario de un denario por la jornada, era un salario justo. Luego, sale también en las horas sucesivas, hasta el atardecer - cinco veces sale ese día - para asumir a otros obreros que ve desocupados. Al terminar la jornada, el dueño ordena que se dé un denario a todos, también a los que han trabajado menos. El dueño, sin embargo, les recuerda que han recibido lo que se había pactado; si, después, Él quiere ser generoso con otros, ellos no tienen que ser envidiosos.
En realidad esta ‘injusticia’ del dueño sirve a provocar, en el que escucha la parábola, un salto de nivel, porque aquí ¡Jesús no quiere hablar del problema del trabajo y de salario justo, sino del Reino de Dios! Y el mensaje es éste: en el Reino de Dios no hay desocupados, todos están llamados a hacer su parte; y para todos, al final, habrá la recompensa que viene de la justicia divina – ¡no humana, por suerte para nosotros! -. Es decir, la salvación que Jesucristo nos ha comprado con su muerte y resurrección. Una salvación que no es merecida, sino donada – la salvación es gratuita - por lo que ‘los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos’ (Mt 20,16).
Con esta parábola, Jesús quiere abrir nuestros corazones a la lógica del amor del Padre, que es gratuito y generoso. Se trata de dejarse asombrar y fascinar por los ‘planes’ y ‘caminos’ de Dios, que como recuerda el profeta Isaías, no son nuestros planes y no son nuestros caminos (cfr Is 55,8). Los planes humanos están marcados a menudo por egoísmos y conveniencias personales y nuestros estrechos y tortuosos senderos no son comparables a los amplios y rectos caminos del Señor. Él usa misericordia - no olvidar esto: Él usa misericordia - perdona ampliamente, está lleno de generosidad y de bondad que derrama sobre cada uno de nosotros, abre a todos los territorios sin límites de su amor y de su gracia, que solamente pueden dar al corazón humano la plenitud de la alegría.
Jesús quiere hacernos contemplar la mirada de ese dueño: la mirada con la cual ve a cada uno de los obreros en espera de trabajo, y los llama para que vayan a su viña. Es una mirada llena de atención, de benevolencia; es una mirada que llama, que invita a levantarse, a ponernos en camino, porque quiere la vida para cada uno de nosotros, quiere una vida plena, comprometida, salvada del vacío y de la inercia. Dios que no excluye a nadie y quiere que cada uno alcance su plenitud. Éste es el amor de nuestro Dios, de nuestro Dios que es Padre.
Que María Santísima nos ayude a acoger en nuestra vida la lógica del amor, que nos libera de la presunción de merecer la recompensa de Dios y del juicio negativo sobre los demás.+
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