Mons. Croxatto tomó posesión como obispo de Neuquén
“En esta gran expectativa que están poniendo en el pastor, al que esperan es al Señor. Qué alegría debe tener Jesús al ver que hay un pueblo que está tan abierto a su llegada”, manifestó monseñor Croxatto, y deseó “que este tiempo compartido sea así, lleno de gracia, que no perdamos esta expectativa permanente, porque el Señor viene permanentemente”.
El nuevo obispo agradeció especialmente a los obispos patagónicos por el aliento recibido de ellos en este tiempo, a monseñor Bressanelli por sus palabras, su cercanía y afecto. “No quisiéramos que se vaya de la Patagonia”, reconoció. Mencionó también a los demás obispos, al Pueblo de Dios, y a las autoridades presentes, a quienes agradeció por acompañarlo en este momento.
Monseñor Croxatto destacó en su homilía tres expresiones en el comienzo de su ministerio “que el Señor siento que me proponía desde el Evangelio”: misionalidad, anuncio y salvación, y dejarse acompañar y ayudar. Además, mencionó especialmente el papel fundamental de las mujeres, y recordó las palabras del papa Francisco en Colombia, sobre el lugar y el valor de ellas en la Iglesia.
El prelado advirtió el cuidado que debe tener como hombre de Dios, y lo que debe practicar: “La justicia, la piedad, la fe, el amor, la constancia, la bondad; peleando el buen combate de la fe, para conquistar la vida eterna”, enumeró.
“Enriquezco esto con unas palabras de Francisco a los obispos en Colombia: No tengan miedo de salir de sí mismos con amor, no teman empobrecerse mientras se entregan, no tengan necesidad de otra fuerza que el amor, mendiguen en la oración cuando no puedan dar ni darse, para que tengan algo que ofrecer a aquellos que se acercan constantemente a sus corazones de pastores”.
Para finalizar, el nuevo obispo manifestó su profesión particular de fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Comenzó expresando su fe en Dios creador, Padre Nuestro, “cuyo nombre tengo que santificar y hacer santificar, cuyo reino debo desear se haga vivo y presente en esta historia concreta y cuya voluntad soy invitado a querer y a cumplir pero nunca solo, porque es nuestro”.
En Jesús, señaló el prelado, Dios “nos dejó el molde de cómo quiere que seamos hijos y hermanos, con ese corazón que primerea, que se involucra, que se compromete, que se entrega siempre, que está atento al caído, al que sufre, al ciego, al publicano, al ladrón, a la adúltera y al adúltero, al enfermo, al marginado, al excluido, a tantos invisibles hoy”.
“Creo en ese Dios, amor misericordioso, cuyo querer su voluntad es el tesoro escondido, es el bien que trae el bien a todos, porque por su voluntad hemos sido salvados y por eso creo debo serle obediente, y buscar cada día lo que le agrada, lo bueno, lo perfecto, y convertirme y transformar mi mente y mi corazón, aunque el mundo no entienda y camine contracorriente”, afirmó.
“Creo en este Jesús que es Dios y que no reparó en ponerse en el último lugar para levantarnos a nosotros, que caminó recorriendo pueblos y ciudades; el misionero del Padre que misionaba y predicaba la buena nueva a todos, especialmente a los pobres. Por eso creo que todos debemos conocer, gustar, probar sus gestos, su mirada, sus palabras, sus silencios, sus dolores, porque solo en Él está la salvación, no hay otro nombre dado a los hombres que pueda ayudarnos a vivir una vida plena, sacarnos adelante, hacernos sentir los amados”, sostuvo.
Para finalizar, manifestó también su fe en “esa presencia silenciosa y amorosa, pero como el fuego, que quema, purifica y libera. Creo en ese Espíritu que siempre se adelanta y hace de cada hombre y mujer un hijo de Dios único e irrepetible, en el cual él va escribiendo el Evangelio viviente. Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales, y posee una inventiva infinita, propia de una mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables. Con esta confianza, en este tiempo nos empuja a salir como Iglesia al encuentro de los hombres, a la vida concreta de las personas, las familias, los pueblos, las ciudades y toda periferia”, detalló.
“Por eso creo en este Espíritu Santo a quien debo invocar cada día, por quien me tengo que dejar guiar y a quien debo descubrir en los tiempos que vivimos, pero más aún en el corazón de mis hermanos”, aseguró.
Monseñor Fernando Croxatto, de 60 años, es oriundo de Morón, provincia de Buenos Aires. En 2014 fue nombrado obispo auxiliar en la diócesis de Comodoro Rivadavia por el papa Francisco, luego de más de dos décadas ejerciendo su ministerio sacerdotal en la provincia del Chaco.
Por decisión del papa Francisco, se convirtió en el quinto obispo de Neuquén y sucesor de monseñor Virginio Bressanelli. El nuevo obispo comentó que no conocía la zona y que llegó “sin manual ni receta”, dispuesto a escuchar a la comunidad y continuar el camino de sus predecesores.+
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