Monseñor Arellano advirtió contra esa degradación del sector pesquero “que esconde formas de violaciones de los derechos humanos, de trabajo forzado y de tráfico de seres humanos”. Esas violaciones “tienen entre sus posibles causas precisamente fenómenos como la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada”.
La pesca ilegal e indiscriminada causa “el agotamiento gradual de los recursos pesqueros en las aguas costeras y ha obligado a los pescadores a trasladarse hacia zonas más alejadas de la costa. Esto ha hecho necesario reclutar a tripulaciones que permanecen en los pesqueros durante largos períodos de tiempo”.
La mayor permanencia en el mar supone un aumento de los costes y esto “ha provocado el que se contrate a trabajadores ‘de bajo coste’, por así decirlo, que permitan un ahorro salarial”.
“En general, los miembros de estas tripulaciones provienen de áreas muy pobres”, señaló el representante vaticano. “Son personas sumidas en la miseria y lastradas por la falta de trabajo. Muchas de ellas son jóvenes, a menudo analfabetos o con un bajo nivel de educación y que pueden, por lo tanto, ser fácilmente engañados. Otros, en cambio, poseen un diploma otorgado por escuelas náuticas y aceptan cualquier trabajo con tal de no esperar indefinidamente un empleo mejor pagado en la marina mercante”.
En su argumentación, señaló a “las agencias de reclutamiento sin escrúpulos”, que “proponen el trabajo en los pesqueros como llevadero y bien pagado y hacen firmar a sus víctimas un contrato que prevé un salario que muy raramente se puede calificar de justo”.
En ocasiones, incluso se pide a los pescadores pagar “una cierta cantidad de dinero con el fin de obtener el trabajo y son obligados así a endeudarse ellos mismos y sus familias y a hipotecar la propia tierra”.
“Una vez que han subido a bordo, los pescadores se encuentran con la cruda realidad. Pueden vivir aislados en los pesqueros durante varios años, lo cual vuelve imposible el desarrollo de una normal vida familiar y social”.
Aunque resulte paradójico, el desarrollo de la tecnología pesquera ha favorecido esta explotación del trabajador del mar, ya que “las naves en donde embarcan son enormes y no tienen necesidad de atracar en los puertos, pues disponen de embarcaciones más pequeñas, con las que es posible transportar a tierra lo que se ha pescado y abastecerse de carburante”.
“La falta de acceso a los puertos, por lo tanto, impide la huida de los pescadores víctimas de los atropellos, así como el que puedan solicitar asistencia a las autoridades, muchas veces implicadas en la trata”.
Las condiciones dentro de los pesqueros son terribles, denunció: “los pescadores están obligados a trabajar entre 18 y 20 horas al día, 7 días a la semana, a menudo soportando inclementes condiciones meteorológicas; frecuentemente andan faltos de alimentos y el agua potable se distribuye de forma racionada; la privación de horas de sueño, las enfermedades y la malnutrición facilitan que se produzcan accidentes laborales; carecen de equipamientos de seguridad, de una digna y adecuada asistencia médica y de medicinas; los camarotes son estrechos y no respetan las normas higiénico-sanitarias más elementales”.
Abusos físicos y verbales, amenazas, homicidios, violencia sexual y esclavitud son otros de los ataques contra los derechos humanos de los trabajadores del mar apuntados por el Observador de la Santa Sede en la FAO.
Además, advirtió que estas graves irregularidades cometidas en el sector pesquero que suponen un grave daño contra el medio ambiente como consecuencia de la sobrepesca que está esquilmando los océanos.
Según la FAO, explicó, “a nivel global, en la captura de un tercio de los peces que se pescan no se respeta el ritmo de los tiempos que se necesitan para asegurar su reproducción en niveles biológicamente sostenibles”.
“Esta depredación ha de ser frenada porque el desarrollo económico y el amplio espectro de beneficios ligados a este sector no pueden afectar a la salvaguarda del medioambiente ni dejar de considerar las necesidades de las personas que vendrán después de nosotros”.
Por ello, abogó por garantizar el trabajo digno de los trabajadores del mar. “Hablar de trabajo digno significa reconocer sobre todo la centralidad y la dignidad de la persona humana. De hecho, solamente el reconocimiento de la centralidad y de la dignidad humana hace posible la promulgación de normas que tutelan el trabajo digno”.
En este sentido, destacó el compromiso de la iglesia, que “siempre ha mirado con especial predilección a los que viven y trabajan en el mar”.
La Santa Sede, “que siempre ha mostrado una significativa sensibilidad por los trabajadores de la mar, está dispuesta a ofrecer su propio apoyo a los gobiernos, a las organizaciones internacionales gubernamentales y no gubernamentales, a las organizaciones de la sociedad civil y del sector privado y a todos los que quieran defender el trabajo decente en la pesca y en la acuicultura”, indicó.+
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