Padre Opeka: “A los pobres se los recibe, se los respeta y se los escucha”
En diálogo con el periodista y escritor Jesús María Silveyra, quien en 2006 escribió el libro “Un viaje a la esperanza. Salir de la pobreza con trabajo y dignidad”, el padre Opeka ofreció a los presentes el testimonio de la misión que realiza, desde hace casi 50 años, en Madagascar. Confesó haber aprendido que “a los pobres se los recibe, se los respeta, se los escucha, con paciencia y con tiempo”.
El secretario de Culto de la Nación, Santiago de Estada, presentó y dio la bienvenida al padre Opeka a la Cancillería y destacó las miles de personas que en Madagascar recibieron su apoyo y amor. El vicecanciller Daniel Raimondi le hizo entrega de una placa en reconocimiento a la tarea humanitaria desarrollada en el país insular africano.
Estuvieron presentes, además, el Nuncio apospólico y miembros del cuerpo diplomático acreditado en el país, autoridades nacionales y provinciales, familiares y amigos del misionero, hijo de inmigrantes eslovenos, nacido en la provincia de Buenos Aires y conocido en África y Europa como “el albañil de Dios”.
Hace 29 años comenzó la misión en un basural, en las afueras de la ciudad de Antananarivo, bautizado con el nombre “Akamasoa”, que en dialecto malgache significa buenos amigos. Allí construyó casas para miles de familias sin hogar que sacó de la pobreza y hoy comparte la vida junto a ellos. En sus viajes por Europa y el mundo, realiza campañas para conseguir los fondos que sostienen la misión: “Por esta gente yo voy hasta el fin del mundo a pedir justicia”, indicó. Pero rescató que en sus viajes no pide ni mendiga, “solo hablo en nombre de un pueblo que quiere vivir de pie, con coraje y con el sudor de su frente”.
El sacerdote aprovechó la presencia de políticos para dar a conocer su opinión sobre el tratamiento de la pobreza y aclaró: “Nunca dije que los planes sociales estén mal”. Pero destacó que éstos deben ser para los casos límite y especiales. “Yo le digo a mi gente de Madagascar: ‘¡No quiero asistirlos!’ Porque asistir a una persona que puede trabajar es hacerla dependiente y esa persona nunca va a ser una persona en serio”, señaló.
Durante una hora y media, el religioso conmovió a los presentes con el relato de la cruda realidad que vive junto al pueblo malgache. Dos mujeres nativas, que lo acompañaron en el viaje, compartieron su testimonio como testigos del trabajo que el padre realiza en Madagascar.
La conferencia finalizó con una bendición del padre Opeka a todos los presentes en el salón Libertador, en el auditorio Manuel Belgrano y en la plaza seca del Ministerio.+
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