Frente a la Puerta Santa, después de abrazar a Benedicto XVI, el Papa rogó: ¡Interceda por nosotros la Virgen Inmaculada! abriendo el año de gracia, con la alegría del Evangelio y pidiendo a Dios, que conceda “a todos los que cruzarán la Puerta de la Misericordia con el corazón arrepentido, renovado empeño y filial confianza”, que experimenten su “ternura paternal y que reciban la gracia del perdón para testimoniar, con palabras y obras, el rostro de la misericordia, Jesucristo nuestro Señor”.
“Oh Dios –rezó Francisco- que revelas tu omnipotencia sobre todo con la misericordia y el perdón, dónanos vivir un año de gracia, tiempo propicio para amarte y amar a los hermanos en la alegría del Evangelio”. “Él es la Puerta a través de la cual venimos a ti, manantial infinito de consolación para todos, belleza que no conoce ocaso, alegría perfecta en la vida sin fin”.
Después de pedir la apertura de la Puerta Santa, que como señaló el Obispo de Roma representa a Cristo -que en el ministerio de la Iglesia nos introduce en el consolador misterio del amor de Dios, que abraza a la humanidad entera – el Santo Padre se detuvo en oración en el umbral, para luego, acompañado por el canto del Te Deum entrar a través de ella, acompañado del papa emérito, los cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos en procesión hasta llegar hasta la Tumba del Apóstol Pedro, el Altar de la Confesión para el rito final.
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