Mons. Castagna: “Urge anunciar la Verdad, para el ejercicio de la justicia”
“Estamos así porque se ha descartado el cumplimiento de los Diez Mandamientos y se ha diluido el espíritu de las Bienaventuranzas”, advirtió en su sugerencia para la homilía dominical.
El prelado planteó que “quienes han robado impunemente y quienes, para lograr sus propósitos, han llegado al homicidio y al femicidio, ¿desconocen que Dios ha dictado los graves preceptos de ‘no robar’ y ‘no matar’?”.
“Estremece pensar que muchos mueren en esa funesta y trágica ocupación, debiendo enfrentar un juicio superior - el de Dios - insobornable y definitivo. Muchos se empeñan en vivir lejos de la realidad, en una superficie mentirosa y volátil. Mientras tanto el tiempo se pierde en las alcantarillas de las miserias cotidianas”, aseveró.
Texto de la sugerencia
1.- Preparar el encuentro con Cristo. El envío de los setenta y dos discípulos abre un abanico de verdades que deben ser incorporadas a nuestra vida de fe. La misión del discípulo es preparar el encuentro del mundo con Jesús: "...los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde Él debía ir". (Lucas 10, 1) Riesgosa misión, sin duda, a causa de la desfavorable situación social y cultural del mundo, al que sus discípulos son enviados: "¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos". (Lucas 10, 3). Los cristianos no tienen fueros como ocurre con algunos legisladores y funcionarios. Jesús los responsabiliza de la misión, que los urge - junto con Él - a "pagar todos los platos rotos de la humanidad". Cristo se hace cargo de nuestros pecados, pero, no nos reemplaza, en el indelegable consentimiento que nos corresponde y le debemos, para que su gracia actúe eficazmente. Ese consentimiento es imprescindible, en él se juega el correcto uso de nuestra preciada libertad. Consiste en decidirse por el bien y la verdad; y rechazar el mal y la corrupción, para conformar ese buen uso de la libertad: "que hace libres".2.- El hombre, líder de sus contradicciones. La simple observación de la realidad nos ofrece el panorama doloroso de una sociedad sacudida por actitudes contradictorias. Está el bien y está el mal; la honestidad y la corrupción; el amor generoso y el odio homicida. Así podríamos llevar al infinito la enumeración de esas contradicciones. El protagonista de las mismas es el ser humano que exhibe, en unos el pecado y en otros la santidad; en unos, la mezquindad y la avaricia y, en otros, la generosidad y la solidaridad heroica. No pretendo caer en la simpleza ingenua de una división absoluta entre el bien y el mal. El ser humano sufre el forcejeo entre esos extremos opuestos, lo dice muy bien San Pablo: "De esa manera, vengo a descubrir esta ley: queriendo hacer el bien se me presenta el mal ". ( Romanos 7, 21) Inmediatamente antes afirmaba: "Y así, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Pero cuando hago lo que no quiero, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que reside en mí". (ibidem 7, 19-20) Ese tironeo acompaña a toda persona mientras transite entre las alternativas del bien y del mal. Cumplido el Misterio de Cristo, mediante su Muerte y Resurrección, la gracia de su Espíritu se constituye en el auxilio necesario para que prevalezca el bien y sea vencido el mal.
3.- Denunciar para anunciar. Cristo, y el Evangelio que se predica en su nombre, es reclamado por el mundo: " No sería exagerado hablar de un poderoso y trágico llamamiento a ser evangelizado " (Beato Pablo VI: Evangelii Nuntiandi-n. 55). La repetición de lo esencial quizás no atraiga tanto la atención, como la coyuntura, en un momento políticamente incandescente como el actual. ¿Será, acaso, de mayor importancia la denuncia de los corruptos - sin duda oportuna y necesaria - que el anuncio de la Verdad, necesaria para el ejercicio de la justicia y el restablecimiento del orden? Estamos así porque se ha descartado el cumplimiento de los Diez Mandamientos y se ha diluido el espíritu de las Bienaventuranzas. Quienes han robado impunemente y quienes, para lograr sus propósitos, han llegado al homicidio y al femicidio, ¿desconocen que Dios ha dictado los graves preceptos de "no robar " y "no matar"? Estremece pensar que muchos mueren en esa funesta y trágica ocupación, debiendo enfrentar un juicio superior - el de Dios - insobornable y definitivo. Muchos se empeñan en vivir lejos de la realidad, en una superficie mentirosa y volátil. Mientras tanto el tiempo se pierde en las alcantarillas de las miserias cotidianas.
4.- Respetar a quienes no creen, sin condenar al silencio a los creyentes. La necesidad de que el mundo reciba el mensaje evangélico cobra vigencia en las actuales circunstancias. Los hombres no están perdidos, se encuentran necesitados de Dios, el Salvador. Como aquellos setenta y dos, existen muchos y excelentes obreros para recoger la mies: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos " (Lucas 10, 2). Los desarreglos que se exponen, sin pudor, en nombre de los adelantos científicos y técnicos, no son más que gemidos de la insatisfacción existencial, producidos cuando Dios es excluido de la vida humana. Existen poderosos intentos de materializar esa exclusión, cuando "ex profeso" se desaloja su nombre y sus signos: de la educación, de las leyes y de la vida corriente. Es preciso respetar a los no creyentes, pero, cuando los creyentes son mayoría, no deben ser silenciados con la excusa inconsistente de que es discriminación exhibir los contenidos de la fe religiosa y de sus legítimas expresiones.+
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