Mons. Frassia reflexionó sobre la necesidad de la oración
A través del diálogo que se produce en la oración, Dios “va transformando, incluso, nuestros pensamientos, nuestro corazón, nuestros sentimientos”. Es entonces cuando la oración se convierte en una realidad: “que no se haga mi voluntad sino la tuya”.
La oración, asegura el obispo, es transformante y transformadora. La fuerza de un cristiano reside en el silencio, la escucha, la lectura de la Palabra, la contemplación. La oración no debe estar disociada de la vida: hay que presentarle a Dios la debilidad y la fragilidad.
Dios quiere ser reconocido y amado: “quiere que lo amemos, que pongamos nuestra voluntad”, sostiene monseñor Frassia, y para finalizar recuerda que “lo que es imposible para nosotros es posible con la fuerza y la presencia de Dios”. +
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