El Papa creó cinco nuevos cardenales y los alentó a servir a Dios y a los hermanos
El Santo Padre subrayó en su homilía que Jesús “no los llamó para que se conviertan en ‘príncipes’ de la Iglesia”, sino que “los llama para servir como Él y con Él. A servir al Padre y a los hermanos”.
Francisco explicó que en el Evangelio de Marcos que se acaba de escuchar, “Jesús caminaba delante de ellos”, pero advierte que los discípulos a lo largo del camino “están distraídos por intereses que no son coherentes con la “dirección” de Jesús. No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden”
A continuación el Santo Padre señaló que “la realidad en cambio es otra muy distinta. Son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de refugiados que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas”.
Dirigiéndose a los nuevos cardenales, el Papa les dijo: “Jesús camina delante de ustedes y les pide que lo sigan con decisión en su camino. Los llama a mirar la realidad, a no distraerse por otros intereses, por otras perspectivas”.
Invocando la intercesión de la Virgen María, el Papa los alentó a que “toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos”.
Con estos nuevos purpurados el Colegio Cardenalicio está formado por un total de 225 cardenales de los cuales 121 podrían votar en un cónclave.
Homilía del papa Francisco
“Jesús caminaba delante de ellos”. Esta es la imagen que nos ofrece el Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,32-45), y que hace de escenario también para el acto que estamos realizando: un consistorio para la creación de nuevos cardenales.
Jesús camina con decisión hacia Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha hablado ya de ello muchas veces a sus discípulos. Pero entre el corazón de Jesús y el corazón de los discípulos hay una distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar. Jesús lo sabe; por esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les precede, camina delante de ellos.
A lo largo del camino, los discípulos están distraídos por intereses que no son coherentes con la “dirección” de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre. Así como hemos escuchado, los dos hermanos Santiago y Juan piensan en lo hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda del rey de Israel (cf. v. 37). No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden…
La realidad en cambio es otra muy distinta, es la que Jesús tiene presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de los hombres y de las mujeres.
La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la de los campos de refugiados que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas.
Esto es lo que Jesús ve mientras camina hacia Jerusalén. Durante su vida pública él ha manifestado la ternura del Padre, sanando a todos los que estaban bajo el poder del maligno (cf. Hch 10,38). Ahora sabe que ha llegado el momento de ir a lo más profundo, de arrancar la raíz del mal y por esto camina decididamente hacia la cruz.
También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en este camino. De modo particular me dirijo a ustedes, queridos nuevos cardenales. Jesús “camina delante de ustedes” y les pide que lo sigan con decisión en su camino. Los llama a mirar la realidad, a no distrarse por otros intereses, por otras perspectivas.
Él no los llamó para que se conviertan en “príncipes” de la Iglesia, para que se “sienten a su derecha o a su izquierda”. Los llamó a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos. Los llamó a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también ustedes caminan delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor.
Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con fe el Espíritu Santo, para que reduzca toda distancia entre nuestro corazón y el corazón de Cristo, y toda nuestra vida sea un servicio a Dios y a los hermanos”.
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