Mons. Aguer: Distinción entre lo sagrado y lo profano
“Esta distinción entre lo sagrado y lo profano -señaló monseñor Aguer- viene desde la edad de piedra, por decirlo de algún modo, y si uno consulta una fenomenología de la cultura, una fenomenología de la religión, verá que siempre, siempre, el hombre ha comprendido que una cosa es lo que pasa aquí abajo y otra cosa es la relación con lo que los antiguos llamaban 'el poder' o sea 'el poder divino', o sea Dios, el mundo de Dios. Además siempre ha habido, también desde tiempos inmemoriales, acciones sagradas, o sea dirigidas a Dios, distintas de las acciones cotidianas de los hombres".
"La confusión -prosiguió diciendo- viene de los años posteriores al Concilio Vaticano II, pero no del mismo Concilio sino de lo que se ha dado en llamar 'el espíritu del Concilio', que es contrario al Concilio mismo. Benedicto XVI insistió en que el Concilio debe ser leído a la luz de la gran tradición de la Iglesia, y si uno lee los documentos del Concilio Vaticano II, con todo su afán de reforma de la Iglesia, advierte una analogía con otros momentos históricos. Pienso, por ejemplo, en lo que significó el Concilio de Trento para la gran reforma católica del siglo XVI; podríamos decir que lo es el Concilio Vaticano II para la gran renovación de la Iglesia a fines del siglo XX y que continúa hoy día. Pero es una estafa hablar del 'espíritu del Concilio y hacer decir al Concilio lo contrario de lo que dijo”.
“¿Cómo es posible -expresó el arzobispo- que no se reconozca que existen realidades sagradas como la Santísima Eucaristía, por ejemplo, o la Santa Misa, o el hecho de la oración? En la oración el hombre se pone en comunicación con Dios y es eso algo distinto a la relación que uno tiene con las personas que le rodean o la intervención en acontecimientos propiamente humanos de cualquier carácter de cualquier parte, aunque sean óptimos”.
“Por cierto que estos dos niveles, sagrado y profano, no tienen por qué estar separados, se distinguen, pero lo sagrado tiene que influir en lo profano obviamente porque el cristiano, en gracia de Dios, tiene que tratar de que esa realidad interior se manifieste en su manera de obrar y entonces vaya mejorando las cosas de este mundo en la medida de lo posible”.
“Además -destacó monseñor Aguer- no hay que olvidar el mandato de Jesús a sus apóstoles que, antes de volver al Padre, les dijo: 'vayan y hagan que todas las naciones bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado y yo estaré con ustedes siempre hasta el fin de los siglos”. Aquí el arzobispo de La Plata recordó que "la función de la Iglesia es enseñar lo que Cristo enseñó, y bautizar, porque el bautismo es una realidad sagrada y el efecto del bautismo es una realidad sagrada en nosotros; nosotros, por la gracia de Dios, somos personas sagradas y nuestra actividad religiosa, sacra, difiere de la actividad profana: nuestra adoración, nuestra relación con Dios”.
Ya en la parte final de sus reflexiones, monseñor Aguer destacó que entre los documentos del Concilio Vaticano II existe una Constitución que comienza precisamente con las palabras “Sacrosanctum concilium”, y trata sobre la sagrada liturgia. "Subrayo lo de sagrada -señaló-, un término que todo el tiempo está apareciendo en el texto. El párrafo dice así: “es característico de la Iglesia ser, a la vez, humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina y todo esto de suerte que en Ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos”.
“Por tanto -concluyó monseñor Aguer- podríamos resumir diciendo que lo profano está ordenado a lo sagrado. Esa distinción es clarísima; no se puede abolir nunca so pena de perder lo esencial del cristianismo y, además, so pena de perder la misión que el Señor ha encomendado a la Iglesia que es llevar a todas la naciones al conocimiento y el amor de Jesús para que todas ellas puedan encaminarse a la ciudad de los cielos.”+
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