“El centenario de la muerte de Santa Francisca Javier Cabrini –comenzó escribiendo Francisco en su mensaje- es uno de los acontecimientos principales que marcan este año el camino de la Iglesia, tanto por la grandeza de la figura que se conmemora, como por la actualidad de su carisma y de su mensaje, no sólo para la comunidad eclesial sino para toda la sociedad”.
El papa Francisco señaló que “la Madre Cabrini me es familiar desde siempre, como por la especial solicitud que dedico a la causa de los migrantes” e hizo hincapié en la vocación que Francisca Cabrini recibió de Dios, considerada singular en su tiempo, “la consagración misionera y femenina, que nace en ella de la unión total y amorosa con el Corazón de Cristo, cuya misericordia supera todo confín. Ella vive y transfunde en sus religiosas un impulso de reparación por el mal en el mundo y por la lejanía de Cristo”.
“Los actuales desplazamientos de poblaciones, escribe el Santo Padre, con las tensiones que inevitablemente se generan, hacen de la Madre Cabrini una figura singularmente actual”, recordando “que, en particular, la Santa une la atención a las situaciones de mayor pobreza y fragilidad, como los huérfanos y mineros, a una lúcida sensibilidad cultural, que, en diálogo continuo con las jerarquías locales se compromete en conservar y reavivar en los migrantes la tradición cristiana recibida en sus países de origen, una religiosidad quizá superficial, pero a menudo impregnada de una mística popular auténtica, ofreciendo por otra parte los caminos para integrarse plenamente”.
Asimismo el Papa subrayó que “las grandes Migraciones hodiernas necesitan de un acompañamiento lleno de amor e inteligencia como el que caracteriza el carisma cabriniano, en vista de un encuentro de pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo y no separación y hostilidades”.
Francisco concluyó su carta invitando a tomar conciencia, durante las celebraciones del centenario, de la labor de la Madre Cabrini y de cómo se puede emplear esa herencia espiritual en los retos que presenta el mundo de hoy.
Santa Francisca Saverio Cabrini, nació el 14 de julio de 1850 en Sant' Angelo Lodigiano, en 1889 se trasladó a los Estados Unidos para dedicarse a la ayuda y al servicio de los migrantes italianos. Fue la primera ciudadana estadounidense en ser canonizada. En vida se la conoció como Mother Frances Xavier Cabrini (en inglés), Francisca Javier Cabrini (en español) o simplemente Madre Cabrini. Fundadora de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús. Murió el 22 de diciembre de 1917 y fue canonizada el 7 de julio de 1946 por el papa Pío XII. Es la patrona de los inmigrantes.
Texto de la carta del Papa a las Misioneras del Sagrado Corazón
A la Reverenda Madre
Hna. Barbara Louise Staley
Superiora General de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús
El centenario de la muerte de Santa Francisca Javier Cabrini es uno de los acontecimientos principales que marcan este año el camino de la Iglesia, tanto por la grandeza de la figura que se conmemora, como por la actualidad de su carisma y de su mensaje, no sólo para la comunidad eclesial, sino para toda la sociedad. Por ello deseo con este mensaje, que acompaño con la oración, participar espiritualmente en la Asamblea General que, como Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, junto con los colaboradores laicos, celebrarán del 17 al 23 septiembre en Chicago, en el Santuario Nacional dedicado a su amada fundadora y patrona de los migrantes.
Santa Francisca Javier Cabrini recibió de Dios una vocación misionera que en aquel tiempo podía considerarse singular: formar y enviar por todo el mundo mujeres consagradas , con un horizonte misionero sin límites, no simplemente como auxiliares de los institutos religiosos o misioneros masculinos , sino con un carisma propio de consagración femenina, aunque con plena y total disponibilidad a la colaboración tanto con las iglesias locales como con las diversas congregaciones dedicadas al anuncio del Evangelio ad gentes.
Esta consagración límpidamente misionera y femenina nace en la Madre Cabrini de la unión total y amorosa con el Corazón de Cristo, cuya misericordia va más allá de toda frontera. Vive e inculca a sus hermanas un impulso de reparación del mal en el mundo y de la lejanía de Cristo, que sostiene a la misionera en empresas más allá de las fuerzas humanas: la frase paulina “Omnia possum in eo qui me confortat” (“Todo lo puedo en Aquel que me conforta” (Flp 4, , 13) era su lema. Un lema confirmado por el número asombroso y la importancia de las obras comenzadas durante su vida en Italia, Francia, España, Reino Unido, Estados Unidos, Centroamérica, la Argentina y el Brasil. Pero el amor al Corazón de Cristo, que se traduce en ansia evangelizadora, resplandece en la atención de Francisca Javier Cabrini hacia las que hoy llamaríamos las periferias de la historia: Por ejemplo, un año después de un linchamiento cruel de italianos, acusados de haber matado al jefe de policía de Nueva Orleans, en Louisiana, la madre Cabrini abrió una casa en el barrio italiano de más mala fama.
El carisma de Santa Francisca Javier Cabrini anima una dedicación total e inteligente hacia los emigrantes, que desde Italia iban al Nuevo Mundo. Esta elección es el resultado de su sincera y amorosa obediencia al Santo Padre, el papa León XIII, y no excluye la atención a otras áreas de acción misionera.
En nuestros días los movimientos de poblaciones, con las tensiones que inevitablemente surgen, hacen de la Madre Cabrini una figura singularmente actual. En particular, la Santa une la atención a las situaciones de mayor pobreza y fragilidad, como los huérfanos y los mineros, a una sensibilidad cultural lúcida, que, en un diálogo continuo con las jerarquías locales, se esfuerza por conservar y reavivar en los emigrantes la tradición cristiana recibida en sus países de origen, una religiosidad a veces superficial, pero a menudo impregnada de auténtica mística popular, brindando, por otra parte, los caminos para integrarse plenamente en la cultura de los países de destino, de modo que los emigrantes italianos estuvieran acompañados por las Madres Misioneras para ser plenamente italianos y plenamente americanos.
La vitalidad humana y cristiana de los emigrantes se convierte así en un don para las iglesias y los pueblos que la reciben. Las grandes migraciones actuales requieren un acompañamiento lleno de amor e inteligencia como el que caracteriza el carisma cabriniano, de cara a un encuentro de los pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo, y no separación y hostilidad. Sin olvidar que Santa Francisca Javier Cabrini conserva una sensibilidad misionera no sectorial sino universal, que es la vocación de todo cristiano y de cada comunidad de discípulos de Jesús.
Este centenario invita a tomar nuevamente conciencia de todo esto, con gratitud íntima y alegre a Dios. Y esto constituye un gran don, en primer lugar para ustedes, las hijas espirituales de la Madre Cabrini. ¡Ojalá todo su Instituto, cada comunidad, cada religiosa reciban una abundante efusión del Espíritu Santo, que reaviva la fe y la secuela de Cristo según el carisma misionero de la Fundadora!; y que empuje también a muchos fieles laicos a compartir y sostener su acción evangélica en el contexto social actual.
Por mi parte, con gran afecto les aseguro el recuerdo y la oración, sea porque la figura de la Madre Cabrini siempre me es familiar, sea por la solicitud especial que dedico a la causa de los inmigrantes. Mientras les pido que recen por mí y por mi ministerio, envío de todo corazón una bendición apostólica especial a la Congregación y a toda la familia Cabriniana.
Desde el Vaticano, 29 de agosto de 2017
Memoria del martirio de San Juan Bautista+
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