Las celebraciones comenzaron con una actividad realizada por niños en la plaza 1º de Mayo, luego se llevó a cabo la tradicional procesión y el arzobispo celebró la misa en el atrio de la catedral metropolitana Nuestra Señora del Rosario.
“La madre congrega, ayuda y siempre consuela. Reconocemos su maternidad de este pueblo que nació alrededor de ella, dando origen a esta tierra que peregrina”, expresó monseñor Puiggari.
Parafraseando al papa Francisco, el arzobispo dijo: “Sin las raíces no puede vivir un pueblo, sin raíces es un pueblo enfermo… la fuerza para florecer en árbol florido viene de lo que está enterrado, y nuestra raíz histórica y espiritual es María del Rosario”, sentenció.
En referencia al jubileo de la aparición de la Virgen de Fátima a los pastorcitos, el prelado hizo hincapié en la importancia de rezar el santo rosario ante un escenario difícil: “Para asociarnos a su hijo Jesús y para colaborar en la salvación del mundo y conseguir la paz”.
“Nos está pidiendo que no seamos indiferentes, pesimistas o derrotistas. Nos invita a entrar en el camino de los humildes y pequeños para cambiar la historia mediante el rezo del Santo Rosario, la conversión y la vivencia de la gracia de Dios”, añadió.
Luego se refirió a los peligros del mundo actual: la paz amenazada, la precariedad de vida, patologías en aumento, la instalación del miedo, la poca alegría de vivir, la falta de respeto y la violencia, la inequidad, la naturalidad del aborto y la eutanasia “reflejando un creciente desprecio de la vida la cual posee un valor inalienable desde el mismo momento de la concepción hasta su muerte natural”.
“Somos conscientes de las grandezas de nuestra Iglesia arquidiocesana, de la generosidad y entrega de muchos sacerdotes, consagrados y laicos; pero también que en nuestra Iglesia han ocurrido hechos gravísimos que nos avergüenzan”, reconoció el arzobispo. “Por las dramáticas experiencias vividas nos sentimos urgidos en el compromiso que nos pide la Virgen en Fátima: conversión, penitencia y purificación”, aseveró.
“¿Qué podemos hacer; qué debemos hacer? Cada vez más el cristiano debe sentirse comprometido, según el lugar que ocupe, en la construcción de un mundo mejor”, exhortó, y recordó que “para vencer el mal, cada uno de nosotros debe escuchar a María; ella nos dice conviértanse, recen el rosario, siéntanse parte de la evangelización. Reparen, hagan penitencia, ofrezcan por la conversión del mundo”. +
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