El Papa a miembros de la Iglesia Asiria de Oriente: Esperamos un día celebrar juntos en el mismo altar
Cuando miramos la cruz o hacemos el signo de la cruz, estamos invitados a recordar los sacrificios sufridos en unión al de Jesús y al estar cerca de cuantos llevan hoy una cruz pesada sobre sus espaldas, dijo en su discurso.
El pontífice recordó el cordial encuentro, de hace un año atrás, con su Santidad Mar Gewargis III, que constituyó un paso más en el camino de acrecentar la cercanía y la comunión entre ambas Iglesias.
Encontrarnos hoy nos ofrece la oportunidad de mirar con gratitud el camino realizado por la Comisión Mixta, establecida después de la firma histórica, aquí en Roma en 1994, de la Declaración cristológica común. Confesada la misma fe en el misterio de la Encarnación, la Comisión puso en programa dos fases: una sobre la teología sacramental y otra sobre la constitución de la Iglesia, destacó.
Refiriéndose a la nueva declaración común, Francisco subrayó la importancia del signo de la cruz como un símbolo explícito de unidad entre todas las celebraciones sacramentales.
Cuando miramos la cruz o hacemos el signo de la cruz, somos también invitados a recordarnos los sacrificios sufridos en unión al de Jesús y al estar cerca de cuantos llevan hoy una cruz pesada sobre sus espaldas. Incluso, la Iglesia Asiria de Oriente, junto a otras Iglesias y a tantos hermanos y hermanas de la región, sufren persecuciones y son testigos de violencias brutales, perpetradas en nombre de extremismos fundamentalistas, agregó.
A esta situación trágica, afirmó el Papa, se suma el drama del violento terremoto que afectó a Irak, tierra nativa de esta Iglesia, y a Irán, donde se encuentran desde hace tiempo sus comunidades, al igual que en Siria, en el Líbano y en la India.
Así, en particular en los periodos de mayor sufrimiento y privación, un gran número de fieles han debido dejar sus propias tierras, emigrando a otros países y acrecentando la comunidad de la diáspora, que tienen muchos desafíos por afrontar. Entrando en algunas sociedades, por ejemplo, se encuentran dificultades dadas por una no siempre fácil integración y una marcada secularización, que pueden obstaculizar el cuidado de sus riquezas espirituales, de sus propias tradiciones y el mismo testimonio de fe, afirmó.
Haciendo el signo de la cruz, evocamos las llagas de Cristo, esas llagas que la resurrección no ha borrado, sino ha llenado de luces. Así también las heridas de los cristianos, también las abiertas, cuando son atravesadas por la presencia de Jesús y de su amor, se hacen luminosas, se convierten en signos de luz pascual en un mundo envuelto por las tinieblas, añadió.
Francisco los invitó a continuar caminando, confiando en la ayuda de tantos hermanos y hermanas que han dado la vida siguiendo al Crucificado.
Ellos, en el cielo ya plenamente unidos, son los maestros y los padres de nuestra comunión visible en la tierra. Por su intercesión pido también al Señor que los cristianos de sus tierras puedan obrar, en el paciente trabajo de reconstrucción después de tantas devastaciones, en paz y en el pleno respeto de todos, concluyó.+
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