Me parece que es una inequidad, es decir una desigualdad que tenemos que tener muy en cuenta, porque los jubilados son trabajadores, si bien están jubilados en este momento, en una tarea pasiva, pero son o han sido trabajadores, sostuvo en declaraciones a Radio María.
El prelado afirmó que la Comisión Episcopal de Pastoral Social todavía no se reunió para evaluar las reformar propuestas, pero que su posición personal sobre los cambios previsionales es que no se puede nivel para abajo.
¿Cómo no vamos a custodiar a los que han enriquecido a nuestra patria y fortalecido nuestra sociedad con el trabajo que es de lo más digno que tiene el hombre, y que han generado una cultura del trabajo en Argentina?, se preguntó, y agregó: Me parece que si dentro de estas pautas (para los aumentos a los jubilados) vamos a manejarnos con la inflación, si pedimos créditos afuera para que no suba la inflación, y que si no subiría la inflación no aumentarán los sueldos de los jubilados, me parece una gran injusticia.
Monseñor Lugones pidió recordar que hay parámetros de la inflación que no toman ciertas cosas que los jubilados necesitan como los medicamentos. Y relató su experiencia pastoral en relación con esa situación: Aquí en nuestra zona tenemos farmacias en Cáritas para ayudar a las recetas de los hospitales; la mayoría son jubilados, gente mayor.
Relató que en Monte Grande, jurisdicción de su diócesis, hay un hospital creado por el Pami, que está cerrado, que tiene toda la aparatología adentro y sólo atienden dos o tres o cuatro consultorios externos.
Entonces los jubilados son siempre los más perjudicados, porque son los que necesitan más medicación por su deterioro físico por la edad. No podemos nivelar para abajo. Esto lo digo como criterio personal, me parece que no podemos compartir este criterio de ninguna manera, subrayó.
Al ser consultado sobre las propuestas que el Gobierno presentó y puesto en debate para la reforma laboral, monseñor Lugones citó palabras del papa Francisco como marco con el que se evaluarán los proyectos.
(El papa) Francisco ha sido muy claro cuando, en octubre de este año, habló de la dignidad y los derechos de los trabajadores, y ha dicho que hay que denunciar las situaciones en las que se violan tanto estos derechos, y ayudar a contribuir al auténtico progreso del hombre y de la sociedad, enfatizó, y calificó de muy fuerte esa afirmación del pontífice.
Nos deja un marco importante para ver que es muy alentador del diálogo. Cuando se aproxima la gente del trabajo, del empresariado y el Estado creo que es importante ir consensuando y ver cuál es el criterio de discernimiento que se está empleando en esta reforma laboral, añadió.
Citando al pontífice argentino, el prelado lomense dijo que cuando se expresa que la unidad prevalece sobre el conflicto, la condición es el diálogo. El Papa siempre habla del diálogo, el diálogo entre los países, pero también dentro de un país, a nivel local, provincial. Diálogo en la política económica porque es un diálogo para la plenitud humana; diálogo entre las religiones, comprender lo que el otro plantea, puntualizó.
Por último, monseñor Lugones dijo que todavía no recibió la propuesta completa de reforma que el Gobierno nacional está impulsando para la ley de glaciares. Vemos que hay una ansiedad y un apuro muy grandes, pero tenemos que tomar las cosas con calma y darnos un tiempo. Desde el Episcopado queremos estudiar con los técnicos y escuchar las posiciones del Gobierno como de otras voces para ir evaluando qué es lo justo, explicó.
No obstante, consultado sobre la incumbencia de la encíclica Laudato si para el discernimiento de esta cuestión, el obispo citó el punto número 51 de la carta papal y, también, el documento de los obispos de Patagonia-Comahue, de 2009, incluido por Francisco en su magisterio ecológico.
Los prelados patagónicos denunciaron entonces: Constatamos con frecuencia que las empresas que obran aquí son multinacionales que hacen aquí lo que no se les permite en países desarrollados o del llamado primer mundo; y que, generalmente, al cesar sus actividades y al retirarse dejan grandes pasivos humanos y ambientales como la desocupación, pueblos sin vida, agotamiento de algunas reservas naturales, deforestación, empobrecimiento de la agricultura y ganadería locales, cráteres, cerros triturados, ríos contaminados y algunas pocas obras sociales que ya no se pueden después sostener.
Al respecto, monseñor Lugones concluyó: Creo que los obispos de Patagonia-Comahue son muy claros en este documento de lo que tenemos que tener como referencia al evaluar estas explotaciones.+
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