“Para que la fe no se reduzca sólo a una idea o doctrina, todos necesitamos de un corazón de madre, que sepa custodiar la ternura de Dios y escuchar los latidos del hombre”, aseguró.
“Que la Madre, que es el sello especial de Dios sobre la humanidad, custodie este año y traiga la paz de su Hijo al corazón, a nuestros corazones y al mundo”, agregó.
El pontífice invitó a saludarla con el saludo de los cristianos de Éfeso ante sus obispos: ¡Santa Madre de Dios! “Digamos tres veces, todos juntos desde el corazón: ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios! ¡Santa Madre de Dios!”, solicitó.
También invitó a “dar gracias porque estas palabras contienen una verdad espléndida sobre Dios y sobre nosotros”:
“Y es que, desde que el Señor se encarnó en María, y por siempre, nuestra humanidad está indefectiblemente unida a Él. Ya no existe Dios sin el hombre: la carne que Jesús tomó de su Madre es suya también ahora y lo será para siempre. Decir Madre de Dios nos recuerda esto: Dios se ha hecho cercano con la humanidad como un niño a su madre que lo lleva en el seno”, subrayó.
El Santo Padre recordó que en María el Dios del cielo se ha hecho pequeño y que el hombre ya no es huérfano y ratificó la belleza de “reconocerse en el Dios frágil y niño que está en los brazos de su Madre y ver que para el Señor la humanidad es preciosa y sagrada”.
“Por lo tanto, servir a la vida humana es servir a Dios, y toda vida, desde la que está en el seno de la madre hasta que es anciana, la que sufre y está enferma, también la que es incómoda y hasta repugnante, debe ser acogida, amada y ayudada”, afirmó.
Francisco invitó a contemplar el pesebre, custodiando como María el misterio de amor en la pequeñez y recordó la importancia del silencio, dejar que Jesús hable a nuestro corazón.
“Reservar cada día un momento de silencio con Dios es custodiar nuestra alma; es custodiar nuestra libertad frente a las banalidades corrosivas del consumo y la ruidosa confusión de la publicidad, frente a la abundancia de palabras vacías y las olas impetuosas de las murmuraciones y quejas”, precisó.
“Éste es el secreto de la Madre de Dios: custodiar en el silencio y llevar a Dios”, señaló, y recordó: “El corazón invita a mirar al centro de la persona, de los afectos, de la vida”.
“También nosotros, cristianos en camino, al inicio del año sentimos la necesidad de recomenzar desde el centro, de dejar atrás los fardos del pasado y de empezar de nuevo desde lo que importa. Aquí está hoy, frente a nosotros, el punto de partida: la Madre de Dios”, sostuvo.
Por último, Francisco aseguró: “María es exactamente como Dios quiere que seamos nosotros, como quiere que sea su Iglesia: Madre tierna, humilde, pobre de cosas y rica de amor, libre del pecado, unida a Jesús, que custodia a Dios en su corazón y al prójimo en su vida. Para recomenzar, contemplemos a la Madre. En su corazón palpita el corazón de la Iglesia. La fiesta de hoy nos dice que para ir hacia delante es necesario volver de nuevo al pesebre, a la Madre que lleva en sus brazos a Dios”.+
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